jueves, 26 de marzo de 2009

Gelblung, Argibay, Sabbatella: Teoría y Praxis Televisiva


El programa televisivo de Chiche Gelblung en el marginal canal 26 se ha transformado en un balsámico habitáculo de sensatez, humor e imprevisibilidad que contrasta con la desarmante mediocridad de la empresa periodístico-televisiva de los elencos estables y el pactado simulacro de “debate político” que protagonizan pseudo-periodistas-empleados, y actores-políticos de la democracia audiovisual.

Gelblung construye un espacio multiforme que hace posible que en una misma emisión convivan Pomelo Sabbatella (presentado como rareza étnica del conurbano), un par de neurólogos hablando de las células madre, y la vedette Mónica Farro departiendo sobre la educación de su hijo adolescente.

Pero es en la entrevista política donde Chiche vulnera los esquematismos de lo políticamente correcto. Situado más allá del bien y del mal y de la moralina política, Gelblung perturba al entrevistado, lo obliga a salirse del libreto, lo desconcierta con comentarios tan sencillos como realistas.

Sucede que Gelblung ha captado las ópticas del realismo político, y las utiliza a rajatabla a la hora de la entrevista, desarmando así las habituales lógicas del guitarreo retórico que los políticos televisivos acostumbran a desarrollar.

El cassette de Sabbatella (la nueva forma de hacer política, el techo y el piso kirchnerista, el espacio nacional popular y progresista), fomentan el creciente fastidio del espectador y del propio Chiche: “Bueno, bueno, todo eso es teórico, pero ¿qué medidas concretas tomaste contra la inseguridad en Morón?”. Sabbatella se incomoda porque lo desvían de su repertorio. Después de algunos balbuceos, se escucha algo concreto (¡decilo, Pomelo, decilo!): “puse estudiantes de derecho en las comisarías para sacar más efectivos a la calle”.

Ahora, Gelblung perturba el bastión argumental más débil del sabbatellismo: el antipejotismo. Y claro, con tres mandatos consecutivos, Martín se encamina a una eternización municipal que envidiaría más de un “barón del conurbano”: Sabbatella tiene la misma cantidad de años en el cargo que el Japonés Mario Ishii. Luis Acuña (Hurlingham), Fernando Espinoza (La Matanza) y Jorge Rossi (Lomas de Zamora) están lejos del intendente de Morón. Chiche sugiere esta equivalencia metodológica entre Martín y los impresentables, y éste se apura a aclarar que el actual es su último mandato.

Como sea, el entrevistado no cuenta con la seguridad de poder desplegar los reiterados versos que un “periodista educado” no interrumpiría con indisimulable cara de hartazgo.

Y así desfilan y padecen la decadente Pato Bullrich, el paleozoico Oscar Aguad, ignotos jóvenes de management del macrismo, y tantas otras reliquias que aceptan la ridiculización más certera y desopilante a cambio de un minuto más de pantalla.

Las persistentemente lamentables declaraciones de la doctora Argibay (de un progresismo incontaminado admirable) permiten a Gelblung hacer un editorial absolutamente sensato  y cuestionador de la relación entre pobreza e inseguridad como supuesta causa y efecto del problema. Es notorio que la prestigiosa jurista holandesa carece de la sensibilidad política de un Barba Gutierrez que detecta la gravedad del problema, y pone la cara aunque lo puteen.

Y además de todo eso, Gelblung sienta a la mesa televisiva a los habitantes del margen.

Bestializado por la tapa de Clarín, el Patón Basile es humanizado por Gelblung en esa entrevista en la que se habla de la vida cotidiana. Ver a Basile contar de qué modo vivencia su pertenencia sindical es mucho más valioso que escuchar a cualquier dirigente político. Invitar a una familia enteramente anclada en la miseria y preguntarles, literalmente, como hacen para comer, y para vivir,  y ver a Chiche sintiendo el cimbronazo momentáneo de la situación, también.

Difícilmente asuman ese “riesgo” otros intachables periodistas a los que les gusta pontificar, como el quejumbroso Nelson Castro o el comprometido Eduardo Aliverti.

Seguramente, preferirían no hacerlo.