domingo, 3 de mayo de 2009

León Herbívoro


No es una forma de conducción lo que se discute”. Una frase hacia adentro, hacia los socavones del movimiento, para apaciguar a los hombres y mujeres sin rostro que hacen que la maquinaria funcione y que a pesar de ello, no van a ocultar su malestar ante los escarceos vocacionales del comisariado político que rige en las alturas.

Lo decíamos ayer nomás, y por si fuera poco, aparece la cita del Scalabrini posibilista, lúcido: no es entre Perón y el Arcángel Gabriel la cosa. Y como estamos ante una mesa de saldos y no ante “el technicolor de los días gloriosos”, nos conformamos, temporariamente, y hasta que aclare, con asentarnos en la meseta.

Con todo, hubiera preferido un tono “menos oficialista”, sin que por ello la prudencia naufrague, ni las críticas sean puñaladas. Miro unos afiches que le agradecen a Cristina la jubilación anticipada a los 55 años para los trabajadores de la construcción. Unas chicas del SADOP con gorritas y pecheras, dicharacheras al mango, se apartan de su columna para ir a los baños químicos, en lontananza domina el verde camionero.

Cuando ven tantos tipos juntos, se cagan. Esto no es joda.” me dice un criollazo medio machadito pero no menos lúcido señalando la multitud, con la pechera azulada de UPCN-Jujuy mientras me palmea la espalda, y me deja pensando: podría referirse a Moyano, a Kirchner, a la oposición, a los empresarios. A todos. Esta movilización siempre perturba. No se trata de los inofensivos antojos callejeros del ceteaísmo.

La gramática sindical peronista se concentra en lo efectivizable: puesto de trabajo, salario, obra social, hotel, complejo polideportivo, poder adquisitivo, convenio colectivo, Justicia Social. Aquello que se puede sintetizar en un sentimiento que porta el trabajador sindicalizado: el orgullo de pertenecer al gremio y de tener un empleo que se valora como digno. “El orgullo de ser mecánicos” dice el  histórico blasón del SMATA.

Y en ese anti-clasismo cincelado con paciencia por el coronel de Trabajo y Previsión reside la fortaleza histórica del movimiento sindical, por eso es la columna vertebral, ese monstruo execrado y necesario para “los políticos” de adentro, detestado e ininteligible para los extraños, y un obsesivo enigma para politólogos. Aquello de lo que se busca y se diagnostica con reiteración su “desaparición definitiva”, y con él, la del peronismo. Ese movimiento obrero organizado que fue la obsesión intelectual (el dialéctico pasaje de lo sindical a lo político) que motivó los infructuosos desvelos del sueño cookista. La obra póstuma que dejó Perón para que las cosas no puedan volver a ser como antes de.

No hay espacio para el consignismo panfletarista y grandilocuente, esa “conciencia” que diluye la verosimilitud de la conquista laboral-social a lograr, y que hace que nos preguntemos seriamente cuál será el destino del sindicalismo “político” clasista: seguir jugando a la guerra de guerrillas en el corralito basista, o adquirir la mayoría de edad y firmar el primer convenio colectivo de trabajo. ATE tendrá las mejores consignas y diagnósticos, pero UPCN tiene mejor obra social y hotel, dice el refrán.

Hacía mucho tiempo (muchos años) que el movimiento obrero no celebraba el Día del Trabajador. Que no hacía una convocatoria de 200.000 personas, digo. Eso que en otra época era lo naturalizado año tras año, una periódica celebración popular, una memoria colectiva donde el pueblo se auto-reconocía.

Detrás del palco se yergue el edificio de obras y servicios, ahora de salud, y de sus ventanas cuelgan trapos y banderas del personal civil de la nación, y coladita, una roja y negra de la JP Evita. El fotograma exacto del peronismo actual, en el sinuoso y continuo largometraje justicialista.

El frenetismo final, al ritmo de la Marcha, cantada con la misma pasión tanto por el viejo y curtido delegado de la UOM como por el pendejo ferroviario con la remera “100% fraternal, 100% peronista” que accedió a su primer empleo, dejan cifrada la intuición más cierta, esa huella que nos susurra que es en el peronismo donde sigue residiendo la expectativa (aún después de las frustraciones) y la esperanza de que la Justicia Social es posible.

 

(Este texto fue escrito a mano durante el atardecer del jueves 30 de abril de 2009, al volver del acto de la CGT por el Día del Trabajador. No fue posteado ese mismo día por razones de fuerza mayor. Un tardío saludo para todos/as los/as compañeros/as trabajadores/as y/o peronistas.)