lunes, 23 de noviembre de 2009

Frutas Robadas en las Verdulerías de Wilde



Lo insufrible es escuchar a nuestras clases medias y a sectores populares identificarse con  el sufrimiento de los ricos y famosos

 Ricardo Forster. Filósofo. Votante de Carrió en las presidenciales de 2003.

Me lo imagino a Ricky escribiendo “insufrible”, haciendo patria detrás del teclado, lejos de la cotidianeidad conurbana, y por lo tanto subestimando la temperatura que marca el termómetro en las calles sin nombre.

Los pibes están jugadísimos porque todavía no les llegaron los ecos de la movilidad social ascendente, y sólo esperan saber cual es el primero de la pandilla en morir. El pendejo que te chorea y te caga de un tiro en la cabeza a través del parabrisas sigue siendo un pibe después de ese evento, no se transforma en un adulto porque mató.

La escena sería mas o menos así: al tipo que laburó doce horas y se toma El Halcón en Constitución para volver a Solano, cuando baja del bondi en el barrio, lo afanan. Digo, lo están afanando seguido, ponéle dos veces en un mes.  Los pibes salen a comprar de caño como sucedáneo del empleo estable, porque algún sentido a una vida disuelta hay que darle: ponéle el pibe que le dio a Capristo en Valentín Alsina, o el que le dio a Renata Toscano en Wilde, no se la estaban dando a estereotipados garcas residentes en lujosos countries e ideológicamente fascistas confesos y fervientes (que aparentemente merecerían pagar con la vida por los injustos beneficios que obtienen del sistema capitalista ¿lo qué?) como reza el decálogo progresista (hipócrita hasta la médula) que se suele recitar ante la inseguridad.

Resulta que el tipo que baja de El Halcón en Solano se está hinchando las pelotas de que lo afanen: no es de clase media ni facho, pero está pidiendo por mayor seguridad. ¿Va a venir papá Forster a decirle que está equivocado en su reclamo, que está alienado y entonces papá Forster (que votó a Carrió en 2003) lo va a dotar de la conciencia política necesaria para que no se queje al pedo, para que no le haga el juego a la derecha?

Me parece penoso que Forster entienda que los sectores populares que piden por seguridad lo hacen por descerebrado seguidismo de lo que dicen Tinelli o Legrand: hay en esta lectura clasista una subestimación y un menosprecio por el pueblo y un desdén por los padecimientos concretos de mucha gente que puede acreditar que la inseguridad no es una “sensación de”.

El progresismo cultural se hace mucho la pajota con la “conspiración mediática” para negar ciertas realidades, asume que lo de la inseguridad es más una sensación que otra cosa, y entonces le da poca bola a una cuestión jodida, y le deja el camino libre al manodurismo. A Patti no lo vota la derecha, lo votan los pobres.

En las movilizaciones ante la comisaría de Wilde hubo de todo: algunos pedían paredón, otros meter bala, otros acusaban a la policía, naturalmente hubo infiltración y oportunismo político (como en toda democracia real), pero lo que hay que leer cualitativamente es que se trató de un reclamo genuino por mayor seguridad que el Estado no puede minimizar ni desatender.

El gobernante tiene que encontrar la sintonía fina del conflicto, no puede exigirle a la sociedad una coherencia política que legitime la protesta, para recién ahí aceptar encontrar soluciones.

¿Se puede decir seriamente que Renata Toscano era el escorzo del clasemediero facho que se caga en los negros? ¿Todos los fiambres del robo violento seguido de muerte merecen la indiferencia del pueblo político por ser parte de una aristocracia privilegiada que disfruta de sus riquezas a costa del pueblo oprimido? Porque aunque no lo expresen con esta crudeza, es eso lo que se piensa por izquierda y progresistamente cuando se habla de inseguridad. Lo peor es que de ese modo piensan sólo Forster y aquellos inefables seres que leen páginadoce como si fuera la fuente de toda razón y verdad. Al velorio del Malevo Ferreyra no fue la derecha, fueron los pobres.

Políticamente, el tema de la inseguridad no conviene abordarlo con prisma clasista, porque se caldean los ánimos allí donde se requieren aguas serenas. Mi impresión es que “el esclarecido progre” coloca clasismo redentorio  en representación” de un bajo pueblo que no lo está reclamando; más palpable  es que parte de la clase media invoca un clasismo anti-negro y recalcitrante en estas circunstancias.

Pero el hombre político, el que gobierna, tiene que ponerse por encima de su verdad política íntima  y tomar las decisiones que mitiguen el reclamo y a la vez no perder poder político. Porque predicar verdades sin poder… bueno, ya sabemos.

Cuando Stornelli dice que en la concentración de Wilde hubo infiltrados que fogonearon el clima y pretenden desestabilizar a Scioli, la caga. Porque aunque tenga razón, coloca política allí donde los manifestantes piden la no politización del reclamo, y no se da una respuesta concreta, encrespando más la situación (yo digo que los políticos argentinos van a tener que acostumbrarse a hacer política después del menemismo. Pero para eso hay que entender al menemismo. Es mucho, pero mucho más difícil hacer política ahora que en los ´70.); Stornelli debió analizar la “costura política” del episodio Wilde en una reunión cerrada con Scioli y Ferraresi y luego salir a declara con más astucia, porque a la mayoría de la gente que asistió a la convocatoria le chupa un huevo que le digan que hay agitadores del Pro; es más, van a pensar que se les está deslegitimando la protesta.

Para comprender aun más las complejas aristas del reclamo por inseguridad y el caso Wilde hay que alejarse de los preconceptos y evitar las provocaciones del clasismo racista de algunos, porque en la contienda ideológica, gana el manodurismo.

No es casual que los manifestantes de Wilde hayan puteado y echado a Blumberg, un tipo que al no poder reconducir políticamente su dolor personal, terminó adoptando las teorías manoduristas más rancias, que demostraron su total ineficacia para combatir el delito.

El raje de Blumberg  documenta que la gente de Wilde no es una homogénea jauría de fachos manipulados por el lamentable rabino Bergman y a repudiar de antemano (como haría el inexperto Forster), y que se puede maniobrar políticamente sin tensar el conflicto.

A esto se suma que los familirares de Renata Toscano pidieron justicia y no pena de muerte, y que nadie hiciera un uso político del asesinato: no pidieron la renuncia de Cristina, ni la creación de unas SS vernáculas, o tirar la bomba atómica en la villa Azul.

Yo sé que muchos progres buscan la excelencia moral, y entonces querrían que todos los familiares de los muertos por inseguridad reaccionasen como los padres de Mariano Wittis: que se apiaden más del chorro víctima del sistema que de llorar al hijo muerto, que todos cantemos Heal the World y salgamos a pedir el cambio de estructuras sociales y la redistribución del ingreso tocando intereses corporativos para que no haya más inseguridad ni pobreza. Un sueño progre que sería excelente material para una novela de Aira, pero que tiene poco que ver con las pasiones de la condición humana, que suelen ser saludablemente más sórdidas.

Pensar que la mujer separada que se puso un almacén en el barrio para subsistir y mantener a la hija ante el raje del marido y que fue asaltada seis veces en  tres meses, está pidiendo seguridad porque “se identifica” con lo que dijo Tinelli es desconocer gravemente por donde pasan varias de las preocupaciones de los sectores populares. Esta creencia errada tiene su correlato en la respuesta política que ensaya D´Elía para contestarle a Tinelli, sin comprender que juega de visitante y que esa disputa no es central, ni conmueve a la sociedad. Acá también hay una subestimación de la opinión popular: en realidad, lo que dice Tinelli no es lo mismo que siente la gente de Wilde. Pero D´Elía, intoxicado de progresismo, piensa que sí, y la caga.

Porque Tinelli tampoco comprende ni le interesa la diaria de la gente, está muy lejos de todo, es el típico forro con guita que está cagado porque tiene miedo que se la den, miedo a que un pibito que labura de chorro lo sodomice: porque decir “no se puede vivir”, “nos van a matar a todos” o “esto ya es Colombia” es desconocer olímpicamente la justa dimensión del problema de la inseguridad en el área metropolitana.

Argentina tiene un problema de inseguridad que debe atender sin demora, pero estamos lejos de ser Colombia, Brasil o México. Andáte unas semanitas a esos países y volvés corriendo a la Argentina: el Conurbano es el paraíso, comparado con Río, el DF o Managua (sí, el sandinismo te sugiere que después de las ocho de la noche no salgas a la calle). No nos confundamos, Tinelli y Renata Toscano no juega en el mismo equipo, ni la progresía junto a los pobres de la tierra juegan en otro. A De Narváez no lo votó la derecha, lo votaron los pobres.

El problema de la inseguridad no es grave, pero es significativo porque pone en crisis un principio básico de la comunidad que nos queda: el de un Orden estatal que es reclamado transversalmente por capas medias y bajas. Un reclamo “nudo” diría el tano Agamben, hecho desde lo corporal. Si la inseguridad empeora, puede tener sobre los cuerpos asalariados y cuentapropistas el mismo efecto que tuvo la hiperinflación. Yo creo que estaría bueno empezar a discutir la sindicalización de la yuta.

jueves, 19 de noviembre de 2009

2009 - 2011


La saga "Los Guardianes de Mugica" continúa, sin mucha difusión mediática.

Ahora en una villa de Barracas, el Cardenal le sigue pisando la pelota en la cara a Macri.

¿Quiénes operaron, dieron quórum y prestaron los votos para aprobar la reforma política?

Dime que concepción de la organización política tienes, y te diré quién eres.




domingo, 15 de noviembre de 2009

La Frase del Día

"Si yo declaro un paro y tengo que tirarme a las vías para que se cumpla significa que no tengo el consenso de tantos."

Hugo Moyano

lunes, 9 de noviembre de 2009

Volvió una Noche

Una imperativa y alta pluma reapareció desde el fondo de los empedrados oscuros, arrastrándose por calles adyacentes y muertas, escupiendo palabras ininteligibles, pero que se ordenan una vez dichas, cuando quedan flotando en el aire, y la brisa nocturna las lleva y las desnuda bajo las luces de neón, y ahí las vemos. La Mazorca ha vuelto, y celebramos. Pasen  y vean.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Ayer veíamos con Américo del Verbo la espera nocturna en carpas, bolsas de dormir y sillas de playa. Dos y pico de la madrugada, y la pesadez climática del acampe a las puertas del nuevo cielo: la Anses de Lanús. Escenas similares se pueden constatar en varias dependencias.

Yo digo que la asignación por hijo tiene un sentido político cuando pensamos en su instrumentación, porque necesita de la movilización de recursos humanos para tener una llegada rápida y masiva al confín del núcleo duro.

Se dice que el cobro es automático. Sí, para quiénes tiene algún grado de registración en la base de datos de la seguridad social. El resto tiene que hacer la cola.

Sin embargo, y como dice Moira en el post anterior, son las madres solas las que aparecen en la primera línea de urgencia, y son ellas, generalmente, las que no pasaron por una situación de laborabilidad (sobre todo las más jóvenes), y si no son o fueron beneficiarias de algún Plan, no tienen CUIL, y no cobran la asignación automáticamente en diciembre. Tienen que hacer la cola.

Probablemente también los hijos de estas mujeres no tengan DNI, por lo que la tramitación del beneficio necesite de otra previa, que dilata los tiempos. Tienen que hacer otra cola.

También está la reacción, el comportamiento de la gente ante la información: en ciertas zonas de los conurbanos nacionales (en las villas) nadie va a ir a un cyber a leerse e imprimir el pdf de la página de Anses para verificar los requisitos. Tienen que hacer la cola.

Y si desconfiás de la precisión quirúrgica de la base de datos de la Anses, también tenés que hacer la cola.

Y si estás registrado pero después te quedaste sin laburo y no cobraste seguro de desempleo o planes y tuviste hijos, tenés que hacer la cola.

Yo digo que con la Anses no alcanza, y hay que descentralizar a los barrios, hay que armar un dispositivo humano conocedor y facilitador. Para que este derecho se realice, hay que punterearlo (en el buen sentido de la palabra, que lo tiene). Que lo puntereen los curas.

A veces hay una mirada un poco aséptica que sueña (prescindiendo de los medios realmente existentes) con el pobre extremo redimiéndose en la “ciudadanización” del trámite individual, viajando libremente en bondi a la oficina estatal en zonas céntricas, un pobre al parecer “definitivamente desclientelizado” que en un sólo y doméstico paso accede, procesa y actúa la información disponible. Como lo haríamos nosotros.

Con la Anses no alcanza, me sopla al oído Graciela Camaño, y me despierto agitado.

martes, 3 de noviembre de 2009

Universal

Por Moira Carabelli, para Desierto de Ideas

 

Cuando la presidenta anunció el jueves por la mañana el decreto de la asignación universal por hijo, sentí alivio, un poco de paz, y hasta cierto punto, alegría. Nunca pensé que una medida tomada por un gobierno me podría causar una sensación de tan silenciosa placidez, como de respeto. Porque la asignación universal por niño nos acerca a un lugar más cercano a esa lejanía que es la justicia social. De las pinturas de Daniel Santoro, las que más me gustan son las que representan la Isla de los Muertos. Porque traen la quietud a la mirada, y desdoblan la pulsión entre lo perdido y la promesa. Una oscilación tan propia de la vida, y que insufla la creencia de que algunas cosas siguen teniendo algún sentido. La esperanza nunca es una ingenuidad, mientras no se declame en su nombre. La esperanza es un acto de silencio.

Claro que no se me pasó por la cabeza, cuando Cristina anunciaba la decisión más importante en seis años de kirchnerismo, la banalidad del festejo o la agitación revanchista del cuerpo en catarsis partidaria. No se me ocurriría cerrar el puño y estallar en un “vamos, carajo”, o en un “tomen, putos”, porque en todo caso, no es dinero lo que me falta para afrontar una terapia donde desnudar mis fantasmas, miserias y frustraciones.

Me cuesta entender la razón por la cual, los mentores intelectuales y militantes históricos de esta conquista social que hoy se hace derecho, ponen su ahínco existencial en enojarse con la decisión del gobierno. Porque la asignación es universal. Punto. Es tan universal como puede ser algo cuando lo previo es nada, o muy poco. ¿Por qué se enojan tanto Elisa Carca y Claudio Lozano? El enojo cede cuando llega un poco de paz.

La asignación universal les puede cambiar la vida a muchas madres solteras o solas a las que no se les podía hablar sino con un rubor en el rostro de la movilidad social ascendente. No seguir penando tanto con los críos a cuestas es estar más cerca de la justicia social. Sufrir menos es un momento de paz. ¿Por qué enojarse, si los que van a recibir el beneficio no lo están?

La asignación es un brillo en la noche sin norte. Es encontrar cobijo para descansar un rato. A mí también me deja un sabor amargo que una madre o padre que cobra 1600 mangos en negro y tiene tres niños y su cónyuge desempleado, no pueda acceder a este respiro, porque hay mucha gente así. Pero la asignación es universal, y este gobierno tuvo la sensibilidad de aceptar que era necesario hacerlo, y apartarse de la convicción focalizadora que era genuina base del pensamiento kirchnerista. En este gesto hay grandeza, y me da lástima que no se lo pueda reconocer. ¿Qué tanta distancia habrá entre el progresismo de Lozano y Carca y el de Sabbatella y Yasky, para que unos se enojen tanto y otros saluden con candor una misma decisión, una asignación universal por hijo para trabajadores en negro y desocupados?

Y es claro, también, que cuando la presidenta anunciaba el beneficio, no se me ocurrió pensar como un Padre Político: “ya verán cuánto agradecerá, y deberá agradecer el Pueblo este regalo de Cristina y Néstor Kirchner”. Yo creo que la alegría que se puede tener por este derecho a percibir una asignación ciudadana no puede superar la que puedan tener las personas que van a recibir este beneficio. Y creo que no va a haber gritos exultantes de felicidad en la cola de inscripción al beneficio en Anses, y en las parroquias de barrio; tampoco cantarán la marchita, para desilusión de muchos peronistas. Habrá silencio, alivio, espera, calma, Paz.

Cristina dijo en su discurso la palabra: reparación. A este gran país le espera un largo camino de reparaciones, diminutos pedidos de perdón cotidianos al pueblo. Esta medida es eso. El kirchnerismo tiene mucho que ver en ello. El Pueblo no tiene que agradecer nada.

Cuando yo votaba por primera vez en mi vida, hace dos años, los seres más allegados me sugerían optar por un progresismo más verdadero, más limpio de ideas, como el que ellos supieron cultivar por décadas (y yo también, aunque siempre quise ver un progresismo real, y no uno charlado en reposeras estivales junto al mar).

Voté a Cristina, sabiendo que votaba al peronismo que venía haciendo el progresismo real, uno de hechos, uno que se podía luego, contar a alguien, y decirle: el progresismo es esto, te deja la ropa sucia, es contradictorio, es excesivo, es impresentable, es corrupto, es político, es conflictivo, es hegemónico, es improvisador, es hacedor.

El kirchnerismo es reparatorio. No hay vuelta atrás.