lunes, 29 de marzo de 2010

White Trash

“En los últimos años, a contramano del mundo, hemos tenido inflación. Y se exacerbó en los últimos tiempos. No hay ninguna medida para subsanarla. Por el contrario, cuando uno le dice al Gobierno que hay que mirar el presupuesto porque hay gastos innecesarios, el kirchnerismo plantea el falso discurso de que para incluir algún cambio habría que recortar los pagos a los jubilados y de las asignaciones familiares.

– ¿Usted qué propone?

Nosotros no queremos que el Gobierno ajuste. Queremos que quite decididamente los subsidios a las empresas amigas. Ésos son los subsidios que les traen a ellos las posibilidades de la corrupción. La corrupción generalizada que se les ha colado por todos lados, particularmente en lo que tiene mucho que ver con el gasto público.

– ¿Por ejemplo?

–Todo lo que se da en materia vial. Es escandaloso que, además de cobrarnos a los usuarios, las empresas reciben los subsidios del Estado. Es ahí donde hay que ajustar.”

 

Prescindamos, por un momento, del complejo haz de cálculos personales y de posicionamiento que atraviesa y deforma todo aserto del star system político que nos asuela y teñirá nuestros días mediáticos (de uno y otro lado) hasta principios o fines de 2011, según la fecha determinada para celebrar el comicio, esto último sometido también a una de las tantas estratagemas de cálculo costo-beneficio que se irán verificando desde los cuatro costados del cuadrilátero ante el espanto de lo corta que están las mantas de acceso al poder. Porque la adicción al cálculo, a la obsesión rosquera te deja inerme ante ciertas percepciones simples, o hace que se desdeñen por conspirativas.

En ciertas cofradías del buen gusto político existen pulsiones insanas que a la larga, enferman. Una de ellas se agrupa tras la denominación tipo formemos-un-grupo-en-facebook-llamado-“luchemos-contra-las-corporaciones-ouuu-aaahh-hay-que-acabo-iujuuuu” y  que consagra todos los esfuerzos y transpiraciones retóricas a librar en ese mortal kombat virtual, un seek and destroy mecánico y pasional hasta que las corporaciones caigan. Todo el amor puesto en terminar con las corporaciones, con la aparente radicalidad de un cambio de escena política estructural que surge como expectativa de la caída tan ansiada. Seek and Destroy, y que de la construcción se encarguen otros, porque ellos ya van a estar embarcados en otra épica de la destrucción más seductora. Son buenos tipos, podemos ir a morfar un asado o a Esperanto, pero uno nunca los llamaría para dirigir un estamento estatal.

Caen las corporaciones, y después ¿qué? ¿La sociedad de los justos? ¿Prometeo presidente? ¿Tinelli a Siberia? Yo más bien diría a Clarín muerto, Mediaset rules.

Las cosas no son así, y lo más doloroso de aceptar en terapia es que la épica no fue tan trascendente como pensamos, y si no que lo diga “el gobierno de derecha” de Mujica; por ahí se necesita un viejo que sabe que probablemente muera antes de cerrar su mandato por la devastación de un cuerpo hecho mierda por la vejez y la tortura para pensar más desprendidamente los cauces estatales por los que debe acomodarse una política para un país y no para los deseos personales.

Yo sé que los pedidos de grandeza a los políticos son antinaturales, porque si así fuera Menem y Duhalde estarían jugando al dominó y comiendo compota mientras escriben sus memorias. Ambos tienen nietos.

El desfonde anal a Clarín no toca ni un poquito de cerca la vida cotidiana de los que tienen tristezas y alegrías esporádicas. Ver caer a Clarín tiene un morbo comprensible que se enlaza en la imagen de wall paper nac&pop de un Magnetto agonizante en una litera de oro-símbolo-de-la-opulencia-a-destruir. Nada más. Nadie está pensando como suplir la capacidad instalada que Clarín retira del mercado junto con su deceso. La clave del problema no está en los contenidos (de por sí discutibles) sino en la tecnología y la producción. Meterse en las cavernas del sistema de comunicación audiovisual es estudiar y ejecutar un capitalismo digital de alta definición y costura, hay que estar formateado como un CEO, y lo más importante, insertar lo fashion.

No veo nada más allá del horizonte que no sea blandir teorías de los medios con un olor a era mesozoica que mata. Hasta me parece verlos desorientados cuando Clarín no exista más. Habituados a la cultura milenaria de la resistencia, digamos que estudiar y prepararse para la creación organizada nunca fue el fuerte de las representaciones que manifestaron elevarse como traductoras de lo popular.

El terror a manejarse en un contexto empresarial te liquida antes de empezar, y hoy el manejo operativo de un medio de comunicación es rabiosamente empresarial: fuera del Estado, esto excede las posibilidades de radios comunitarias, universidades y ongs. El cartón pintado y el ficus al costado como escenografía no va, las fallas de producción de la televisión pública frente a las cadenas privadas es inocultable y esto se empieza a notar en la transmisión del fútbol para todos (si no se te ocurren ideas de producción, contratá una agencia de publicidad que te las dé): ¿por qué canal siete se ve casi blanco y negro? ¿por qué no hay móviles dentro del campo de juego que entrevisten a los jugadores después del partido? Uno no pide a Tití y Benedetto, pero…

Si Ciega a Citas y 678 son lo más visto del canal, es porque a nivel producción se acercan más al standard de los canales privados y porque los realizan productoras independientes (Gvirtz y Pauls) que se iniciaron abasteciendo antes a Telefé, América y El Trece. Mariotto hizo dos muy buenos documentales de Mugica y Walsh, pero no le conozco más palmarés que ese, y Tristán Bauer hizo el documental de Cortázar y una película bastante mala; no sé si están pensando en lo que es el timming televisivo y cómo llenar 24 horas de programación multiplicado por cien.

Tumbar a Clarín, y si en el camino hay que producir una alambicada gama de eufemismos para no mencionar la palabra inflación, se hará. Porque, como dio a entender Orlando Barone, los que leen Clarín son unos hijos de puta. Ooh yeaaah.

 

La inflación se puede explicar de diversas maneras: ninguna explicación la baja o hace que deje de acelerarse. Puja distributiva, mercado oligopólico, expectativas, consumo superior a capacidad instalada de oferta, política monetaria de emisión controlada, el globito que infla Néstor, son todas causas que forman el combo y que nos podemos cansar de escuchar. Pero para intervenir sobre la inflación sólo conozco dos medidas, las dos ortodoxas, las dos antipáticas: bajar el dólar y racionalizar la expansión del gasto. Que el gobierno asocie control del gasto con reducción de jubilaciones, salarios y asistencia social es como mínimo, temerario, y un poquitín (perdón, eh) extorsivo. Pero que el presupuesto nacional está desfasado del gasto real es una realidad que obliga a ver por donde va a entrar el filo de las tijeras.

Si el ajuste empresario que propone Camaño vía reducción de subsidios no es posible en virtud de los compromisos asumidos oportunamente (algo normal, ya que todo gobierno asume en tregua con algún sector de la producción económica), habrá que ver qué otros lastres se pueden cortar. El modelo kirchnerista es estructuralmente inflacionario, y esto se sabía desde el 25 de mayo de 2003, por eso llama la atención la demora en la intervención estatal para aplacar este acelere inadmisible de los precios que se produce desde diciembre de 2009.

 

En ésta me lleno de espinas, pero me meto igual. ¿Hasta donde se puede hacer política presente sobre las matrices del pasado? Digo: ¿hasta qué punto el discurso de Estela Carlotto del 24 de marzo (para mí inesperado, mucho más esperable de Hebe) es algo más que un relato con el que una minoría política intenta interpelar forzadamente a mayorías que miran a la distancia la verdad de esos argumentos? Porque, decir que los de ayer son los de hoy está muy cerca de insinuar que aquella sociedad que apoyó es la misma de hoy; la que hoy no apoyaría al gobierno. Me preocupa mucho este flanco interpretativo que trata de ponerle pasado al presente de una coyuntura política, y no tanto a una reflexión sobre la memoria que debe estar menos condicionada al ocasional episodio kirchnerista. Desde ahora, la densidad política de los derechos humanos debe procesar un trasvasamiento hacia el presente de esos derechos humanos (los de ahora, los avasallados hoy, los sufridos por la sociedad hoy, lo que implica estudiar e intervenir sobre las construcciones sociales del presente) en la medida en que los delitos del pasado sean juzgados y castigados hasta las últimas consecuencias.

domingo, 21 de marzo de 2010

Derechas y Anacronismos


El ciclo de charlas televisivas realizado por Daniel Filmus con una serie de presidentes latinoamericanos dejó cristalizar los temores y temblores de una región que lejos está de ser un bloque político-ideológico fundante de una etapa a impactar revolucionariamente en las epidermis y estómagos populares. A cada país los desafía una realidad muy diferente a pesar de las coincidencias ideológicas que ciertos mandatarios puedan compartir en cumbres y asados, inclusive con guitarra y repertorio de Los Olimareños y Quilapayún mediante. En todo caso, a la hora ríspida y angustiosa de la gestión de las palancas estatales lo que prevalece es la épica austera: Evo Morales pudo ensanchar la provisión de servicios públicos básicos como el gas, la energía eléctrica y agua potable a la mayoría de la población boliviana, que carecía de ellos; he aquí su mayor logro de gestión que le permitió afianzar el consenso político popular. Esto, que para la realidad boliviana es una conquista revolucionaria, no lo sería en lo más mínimo para sociedades como la uruguaya, argentina o mexicana.

El matiz revolucionario de Chávez se avista en el efusivo, ambicioso y errático intento distribucionista que marca al proceso venezolano en estos largos diez años. Es indudable que Chavez incorporó Estado de modo cualitativo ante sectores sociales que históricamente (durante los años de hegemonía escuálida) lo veían pasar detrás del vidrio, pero parecería que diez años de hegemonía política no alcanzaron para plasmar una distribución más nivelada y eficaz de los beneficios sociales: son las enormes carencias de la administración estatal chavista (desorganización y superposición de funciones y organismos de las administraciones nacionales, estaduales y municipales, creación progresiva de una burocracia política a la usanza cubana, amplios bolsones de corrupción en áreas de gestión sensibles a la mirada popular) las que pueden marcar un punto de inflexión en las tensiones hegemónicas entre chavismo y antichavismo. Pensemos que pasaría en la Argentina si se exhorta a la población a bañarse en tres minutos o se estableciera un ciclo de cortes de energía diarios como el que Chávez planteó en Venezuela: es en estos casos cuando se hace evidente el abismo estructural que existe entre un país como Argentina, con  una sociedad fuertemente construida tanto cultural como políticamente bajo presencia estatal calificada (Roca, Yrigoyen, Perón)  y Venezuela, Ecuador, Brasil o Bolivia, donde la sociedad asalariada recién le comienza a ver el rostro a un Estado complejo y con niveles de organización discutibles que en muchos casos atentan contra el abastecimiento a esos sectores populares que ideológicamente se dice representar. Quizá en este punto sea interesante apreciar lo que hizo Perón, que antes de desplegar la verba encendida que aglutinaría, organizaría y movilizaría al trabajador, desplegó una serie de silenciosos estímulos concretos de directo impacto en la vida popular desde el modesto Departamento de Trabajo y Previsión. Luego de levantar y consolidar la base de bienestar social (inclusive por encima de las expectativas populares de la época) de la masa asalariada, se dedicó a fomentar la organización política, el encuadramiento y a la construcción del relato peronista. En el caso de Chávez, lo que se verifica en la víspera es un peligroso adelantamiento de la ideologización por delante de las nuevas expectativas sociales: recordemos que Chávez perdió en Petare en 2008 por no atender el tema de la inseguridad, entre otras cosas. En ese orden, es muy posible que a las personas que no se puedan bañar o estén sin luz durante cinco horas diarias les empiece a chupar literalmente un huevo los sacros postulados libertarios de la revolución bolivariana. Pero suponemos que Chávez no dejará que la sangre llegue al río: lo que le ha dado a los venezolanos sigue sosteniendo a su favor la correlación de fuerzas, pero habrá que ver  qué mutaciones ofrece el paso del tiempo Lo que es simplemente inexplicable es que existan argentinos (básicamente de izquierda cultural) que ansíen de modo casi febril  que la Argentina se parezca a Venezuela o Bolivia: desconocen absolutamente la realidad abismal que nos separa de esos países, pero quieren vivir “una revolución”, y con tal de ello se cagan en el análisis de la idiosincrasia nacional.

Otra impresión que me dejaron los presidentes de Latinoamérica que dialogaron con Filmus es que hay discursos que van camino al anacronismo más espléndido. Sin entrar a evaluar su gestión (en muchos aspectos similar a la de Chávez), escuchar a Correa es lo más parecido a chupar un clavo. Recorre todo el espinel del discurso antineoliberal que campeó en los noventa, usa todos los clichés (Consenso de Washington, exclusión social, corrupción) y no aporta ninguna idea novedosa. Pero lo más molesto de Correa es que en su cruzada demonizadora del noventismo neoliberal (en ese exceso de relato que inflama a los apasionados), eligió agarrársela con Menem y tratarlo de payaso, lo citó como icono de la tragedia neoliberal y lo criticó por la suntuosidad del Tango 01 (?). Patético, y llama la atención que la Cancillería argentina no haya pedido explicaciones, porque, contra todo lo que se diga, Menem fue presidente constitucional por dos períodos votado por mayoría popular. En todo caso, que de Menem hablen los argentinos, y que Correa se dedique a fulminar a Abdalá Bucaram, de quién no lo escuché hablar, porque a su lado, Menem es Konrad Adenauer.

Lo anacrónico de estos discursos es la calificación perenne de toda derecha política actual como réplica restaurada del neoliberalismo de los noventa, como si esos tiempos volvieran transportados artificialmente, ignorando las sedimentaciones históricas que ocurrieron en esta década, con el crack financiero de Estados Unidos y los desastres socio-económicos de Grecia, Irlanda y España. ¿A que neoliberalismo se va volver, si no hay tolerancia social y política para reeditar nada? Lo mismo le sucedió al socialismo real, y hoy nadie pide que vuelva esa experiencia.

Lo más interesante y fructífero está hoy en  qué clase de valoración merece la derecha latinoamericana que surge en Colombia y en Chile (y puede seguir en Argentina y Brasil) y que actúa sobre un consenso post-neoliberal innegable que comparten con los gobiernos populares o progresistas de la región. Uribe no es neoliberal. Piñera no es (ay) neoliberal. Saben que para gobernar debe haber Estado: veremos cómo se construye una identidad de derecha que le otorga al Estado una centralidad política insustituible, aunque se pueda discrepar en el orden de las prioridades o en las calidades y en las cantidades.

Sobre el caso de Uribe, están estas elocuentes Lecciones de Uribismo que escribió el gran Tomás. Uribe es un político de la reputa madre, si se me permite la expresión, porque construir un consenso popular genuino y consolidado al punto de poder prescindir de la necesidad de ser candidato garantizando sucesión y continuidad, y hacerlo desde un Estado para construir el Orden que falta (algo tan simple como salir a la calle tranquilo, pero que en Colombia es revolucionario, y que vuelve a hacer necesaria la comparación con Argentina a la hora de medir el problema de la inseguridad) es hacer una política distributiva de la seguridad estatal: lo que toda la sociedad colombiana pedía a gritos. Vivir en paz, y después vemos a qué lugares el Estado tiene que llegar, porque de nada te sirve tener empleo si estás muerto.

Pero de la concertación popular uribista dice mucho más la posición asumida por la centroizquierda colombiana: el diagnóstico que hace de la hegemonía uribista es la autocondena de todas las incapacidades que demostró la izquierda para detectar qué nudo era el que querían desatar los colombianos:

 “– ¿En qué coinciden todos los candidatos?

 –Por ejemplo, en la seguridad democrática, la política de Uribe para enfrentar a las guerrillas. No importa el deterioro enorme de los derechos humanos ni los cientos de casos confirmados de falsos positivos (campesinos y jóvenes asesinados que el ejército hacía pasar por guerrilleros). Hasta Petro (candidato del izquierdista Polo) dice que él seguiría el camino de la seguridad democrática.”

 Resulta difícil para las fuerzas progresistas aceptar la índole del consenso que construyó Uribe, y hasta que punto el deseo de acabar con una situación  de guerra de sesgo anárquico que habita en la sociedad colombiana implica uniformar los criterios de represividad que un Estado puede y debe emplear en un contexto anormal (ningún país latinoamericano padece los niveles de violencia y disgregación de la vida cotidiana de Colombia, seguido de lejos por Brasil y México, y frente a los cuales Argentina es el edén). La izquierda colombiana yerra en la apreciación sustancial del problema: cree que las causas de la violencia de su país se originan en las miserias del sistema:

 “-(…) Uribe triunfó. Su proyecto fue mantener el estado de cosas en el país, las desigualdades y la pobreza, mientras la gente se contentaba con la disminución de los secuestros. A su gobierno no le importó atacar las causas que crearon el conflicto: la pobreza y el desempleo, que araña el 13 por ciento. ¿Cómo puede ser que hace dos años el PBI creció mucho más allá de lo que se esperaba, pero igual no se achicó la brecha entre pobres y ricos ni se creó empleo?

 –Y aún así los colombianos volvieron a apostar por los aliados de Uribe, inclusive por los legisladores con probados nexos con los paramilitares.

 El país en su gran mayoría tiene una conciencia tan conservadora que no le importa que algunos de los miembros del Congreso hayan sido vinculados con el paramilitarismo y por eso votaron a sus hijos, primos...Eso da una idea del grado del embrujo de la población con el proyecto de Uribe.”

 Lo marcado en negrita podría acompañarse de un (sic) o un (????). Se trata de la proverbial teoría del pueblo pelotudo, o del “no nos entienden” que suele campear cuando no se pueden admitir las derrotas políticas inapelables que se padecen desde los espacios políticos que se reclaman como  los más genuinos intérpretes de lo popular. ¿A alguien le puede interesar seriamente el crecimiento del PBI y las oscilaciones de la brecha distributiva o el puto índice Gini, cuando lo que se sufre es una disgregación elemental de los códigos de convivencia social por causa de una violencia desarrollada fuera de todo cauce institucional mínimo? Ante una cuestión tan primaria y tan liberalmente hobbesiana, la izquierda colombiana patina y se va a banquina, y de paso le baja el precio al comportamiento electoral del pueblo (¿la gente “se contentó” con la baja de secuestros?). ¿Uribe embrujó a la sociedad? ¿Se vienen las pociones mágicas del esclarecimiento para conjurar el hechizo uribista y liberar a los pobres y sometidos colombianos? Los colombianos ya interpelaran a la derecha por la pobreza y el empleo que quedó postergado de la agenda gubernamental.

 El caso chileno está en pañales, pero no se puede dejar de advertir que Piñera asume después de un consenso anti-pos-pinochetista ampliamente refrendado durante veinte años por la población. Piñera deberá convivir con este dato, y su acuerdo con la continuidad de las políticas de derechos humanos introducidas por la Concertación ponen a la derecha chilena en un escenario nuevo:

 “Respecto a las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura, Piñera afirmó que las ha condenado toda su vida y que fue ésa una de las principales razones por las que se situó como opositor al Gobierno militar, además de recordar que votó por el no en el plebiscito de 1988 (con el que Pinochet quiso prolongarse en el poder). Pero, admitió, una "parte de mi sector ha cometido errores en esta materia y lo han reconocido", aunque negó que la Concertación tenga "supremacía moral" en temas de derechos humanos.”

 La generación de empleo y  la asistencia social son piedras que se van a cruzar en la senda de Piñera, más allá de las intenciones ideológicas originarias. Piñera no es Macri, dicho esto muy a priori y con la certeza de que el chileno asume una perspectiva empresarial de la gestión pública que confrontará con el oficio civil – artesanal necesario para sobreponer la presencia de un Estado ante la catástrofe: que el rigor militar haya llegado antes que la comida a los confines de la tragedia le resta crédito a la avanzada democracia moderna chilena.

Venga lo que venga, las derechas a nacer podrán declamar un neoliberalismo teórico, lo mismo que las oposiciones progresistas en sus críticas, pero en los hechos las cosas albergaran un piso de complejidad fascinante.

jueves, 18 de marzo de 2010

La Devolución de los Claveles

Y che, ¿Qué pasó con el acuerdo para una seguridad democrática? Ahí hay, como en el proyecto de ley de asignación universal por hijo, un consenso. Que el destierro pampurista no nos prive de construir acuerdos políticos sobre la plataforma de un interés social macerado. Una conversación sobre inseguridad es una conversación política. Sólo faltaría que el parnaso dirigencial de la víspera se entere de esto. Se trataría simplemente de comprender que existen anchas franjas de la población que quieren debatir y hablar sobre políticas de seguridad pública y democrática, aunque no lo expresen con esta intensidad académica. Pero  la política no está llegando a tiempo a este debate, porque no alcanza a registrar los niveles de silvestre politización en compleja germinación societal. Que este interés popular sea leído y sobreentendido como una vocación manodurista congénita de la sociedad es tan sólo el error garrafal que cometen los que no quieren ocuparse del tema, o lo que es peor, los que quieren dejar el manejo mediático y real de las propuestas y los planes concretos bajo custodia del manodurismo que se dice repudiar: desde ya, decir que la inseguridad es un sensación contribuye a alimentar esas dos posturas.

Recuerdo que con las marchas blumberistas se había leído mal, y se dejó que el falso ingeniero pasara de la asepsia a la adopción del decálogo represivo que suele aplacar falazmente el dolor: bajar las edades de imputabilidad penal no hace que te dejes de cruzar con un bebé asesino que te pide compartir su vida, y acaso su muerte. Cuando el congreso le aprobó todas las leyes que él quería, Blumberg no pensaba que cinco años después lo iban  putear y echar de cada marcha por la inseguridad a la que quisiera sumarse. A favor del nevado ex-ingeniero habrá que decir que cuando el cadáver rubio de Axel todavía estaba caliente, nadie se acercó a ayudarlo. Sólo el CELS le propuso dialogar sobre su caso y hablar de inseguridad. Carlotto y Bonafini se preocuparon por narrarle qué tan de derecha era, antes que ayudarlo. En los pasillos universitarios se dedicaron a pegar afiches de un Blumberg hitlerizado, un clásico del izquierdismo haragán y fotocopista de centro de estudiantes. Después fue tarde, Blumberg ya había comprado el discurso que mejor se ajustaba a meter bala y ya no pensó en un abordaje político de los comportamientos institucionales del sistema de seguridad. Blumberg ya era de derecha, y muchos respiraron aliviados.

¿Cómo es que vino a fondearse la frase “¿Y nuestros derechos humanos, qué?” en voces medias y humildes que tiene un caso de inseguridad sobre el lomo? El colectivero amputado, la madre con un hijo menos, el cuentapropista desvalijado: todos lo dicen, ninguno es camisa negra. ¿Y? ¿Qué se hace? ¿Les leemos las estadísticas que denotan la disminución del delito en estos años y les decimos que fumen? Porque en ese contexto de orfandad ganan puntos los tipos que lucran con dolores y desgracias como el exasperante rabino Bergman. El que va a las marchas a consolar las víctimas es Bergman. ¿Qué pasara si los que bajan a dar consuelo fueran Carlotto o el compañero Remo?.

“¿Y nuestros derechos humanos, qué?” es un sentimiento que antes que repudio, merece ser detalladamente estudiado porque es la narración que emerge de una carencia: existe un desfasaje entre la apreciación y los actos que los grupos políticos y sociales relacionados con la seguridad tienen del tema, y la índole política desde la cual la sociedad vive y razona la cuestión. La sociedad está altamente politizada, pero las representaciones discursivas de derecha y de izquierda no alcanzan a comprenderlo.

No hay barón del conurbano que no tenga a la inseguridad en el tope de la agenda, y abordan el problema con todas las limitaciones presupuestariasy logísticas que conocemos. Dulce Granados recibe a los familiares de Roxana Nuñez, en Tigre ponen las cámaras, en Lanús compran patrulleros.

domingo, 14 de marzo de 2010

Franz Ferdinand en Argentina: Fuego en la Pista de Baile


Noche instituyente: faltan minutos para que FF inaugure su gira latinoamericana en Argentina. Clima templado y confesional en los alrededores, y adentro la calma espera de una asténica constelación de sub 25´s de diáfana raigambre universitaria (como los Ferdinand) que quieren saciar las ansias del cuerpo con música. Un público hospitalariamente libre de morochos: somos de la UBA y queremos bailar. Me siento contenido por esa pendejada, que, en definitiva y felizmente, son gente como uno. Circunspectas niñas con lentes de carey oriundas de Letras, proyectos comedidos de freaks, un anciano cool con remera de Oasis junto a bella hija de escasos quince, chetitas fuertemente bronceadas recién regresadas del estío pinamarense: paisaje que me cobija, y el austero escenario de cercanía intimista con los músicos nos advierte que no estamos para otra cosa que no sea apreciar el poderoso y refinado vivo de una de las más interesantes bandas que nos arrojó el rock (junto con los White Stripes) en los últimos diez años.

Largan con Bite Hard para que la marea suba, pero pegaditos llegan la gran The Dark of the Matinée con ese riff monumental que haría bailar hasta a Stephen Hawking, y Do You Want To, y ya nadie en el Luna Park dejó de saltar cada vez más alto y corear estribillos y punteos hasta la disfonía. Un arranque devastador que relegó algunos problemitas de sonido, como el volumen bajo que perduró hasta el cuarto o quinto tema.

Esquivo a las etiquetas, FF hace un dance rock de alta costura sin pretensiones, o, más claro: hace música para que las chicas bailen (Kapranos dixit), y provocan así a los vanguardismos musicales más cerrados. FF no es brit-pop, aunque rescate de allí influencias: más bien parece querer refundar un “género menor” como el rock bailable. Guitarras agresivas sobre bases de impronta disco es un cóctel difícil de preparar, pero si sale bien, sos Franz Ferdinand.

Con Michael ya están ajustados, el calor es tremendo pero nadie deja de moverse. Una vez que arrancan, los escoceses no paran, van a estar al re-palo durante una hora y treinta minutos.

Alex Kapranos juega con su voz: puede parecer un crooner decadente o cultivar el tono cristalino del típico cantante pop-rock británico. Además es un gran guitarrista, dueño de punteos pegadizos que vamos a tararear durante el sueño. Nick Mc Carthy (guitarra y teclados) asume la actitud latina de interactuar con la gente.

Por ahí llegarán Take Me Out y Walk Away, dos manufacturas hiteras de fabricación artesanal. Un setlist frenético que no deja hendija para el descanso (la beatle Eleanor Put Your Boots On no la tocan) y el Luna no para de saltar.

Los avatares de discoteca, las pasiones y obsesiones efímeras, las serias frivolidades de la vida vespertina de la gente común que tiene tristezas: tópicos de la lírica franzferdinandiana envueltos en melodías festivas y bailables que rajan la tierra. En ese contraste estético quedan fraguados los pergaminos artísticos de FF, y en general, de una perspectiva muy sutil cuando se produce música, literatura o cine. Kapranos citó alguna vez: I´m Down de Los Beatles.

FF rockea. 40´  es un pico de excelencia en la noche con las violas yendo bien adelante: FF bebe grandes tragos de arena pospunk. Luego viene Outsiders con final de solo de percusión a cargo de los cuatro dándole a los tambores en formato rítmico bien disco, en remisión directa a esas bases del bailable de los ochenta que marcaron a fuego a varias generaciones que entendieron que el disco (el mejor) fue lumpen.

Fin del acto,  y con los bises aparece Kapranos solo con la guitarra para desgranar una ralentada primera parte de Jacqueline que vira a No You Girls ya con toda la banda en escena; me pongo brevemente de mal humor: Jacqueline es el tema de FF que esperaba desde que saqué la entrada. This Fire es el último mazazo que  nos asestan, y el cierre con Lucid Dreams  termina con un extendido jugueteo de McCarthy y Kapranos con los sintetizadores: pienso que Giorgio Moroder debe estar contento. Ya no sabíamos si estábamos en una rave o en un recital de rock. Con Franz Ferdinand, en realidad, estamos en los dos lados, al mismo tiempo.

viernes, 12 de marzo de 2010

Los Pacientes Meandros de una Biografía Política Menor


A Martín C.

Como todos saben, yo fui a un colegio privado progresista del sur del conurbano. Mis profesores eran afiliados al Partido Socialista que llevaban una estampita de San Alfredo Bravo en las agendas. Unos pocos eran afiliados al Partido Comunista, y describían con pasión la experiencia política del FRAL. Eran buenos tipos que nos daban una educación abierta, casi nos dejaban entrar con un porro al aula, si queríamos. Eran  los años iniciáticos del noventismo. Ya existía páginadoce.

Yo era un púber político que había aprendido que había que tratar con indiferencia al peronismo: no te gastes, nene, es bonapartismo. Y yo no quise saber más, porque era un niño político con una biblioteca heredada. Una biblioteca completa de Scalabrini Ortiz que viraba, antes de que la cosa se pusiera problemática, hacia los textos duros del marxismo, esos reglamentos políticos que entregan la receta de la buena conciencia y tranquilizan a las almas alarmadas diciéndoles que la ideología es todo.

Yo me crié en un colegio privado y progresista, como otros niños se criaban en colegios privados y religiosos.

Eran los mejores días de la Convertibilidad, cuando los sueldos congelados rendían mucho, cuando el poder adquisitivo era algo (un bien social) después de las hiperinflaciones. Los profesores de mi colegio podían comprarse muchos libros, eran los ganadores del modelo, pero en la terapia lo negaban, hablaban de neoliberalismo.

Yo también tenía muchos libros, y ya me aburría. Quise pasar a ser un púber militante, quería saber de que se trataba realmente. Quise saber si en la calle había algo parecido a eso que leía como progresismo, y también, si los peronistas eran tan malos como decían, si eran todos negros con carencias de pronunciación y sintácticas embaucados por la sarasa de un líder.

Eran los ´90. Era jodido para un niño político empezar a militar en esos años. Ahora es más fácil.

Axioma: uno milita desde donde puede, pero más temprano que tarde uno se encuentra, en algún tramo del sendero, con algún modo de la sustancialidad política del peronismo. No es una cuestión partidaria, ni de afiliaciones, ni de sellos, banderas o escudos; es un cruce que ocurre. Un cruce con personas, con hechos, con costumbres, con desmesuras, con incomodidades, con errores, con actitudes, con ciertas fraternidades horizontales, microfísicas, invalorables.

Yo empecé a militar en el bordonismo, circa 1994. Menos por estricta elección que por azar y ciertas casualidades. Uno milita desde donde puede, y elige recién cuando recorrió un camino que le permite desprenderse de los padres. La madurez en la militancia se adquiere cuando uno puede luchar contra la ideología sin sentir la culpa. Militar es destruir una ideología, cualquiera sea ella. Destruir aquello que no nos deja caminar, aquello que nos deja caer en la mentira.

Axioma: La militancia te hace saber que la política es ingrata. Que es difícil. Que es mucho más fácil criticar desde afuera. Que uno se relaciona con personas, y no con ideologías. Que en la militancia territorial de base del conurbano no se habla de ideología ni del significante vacío. Que los que te salvan no son los que blanden el pendón de la nitidez ideológica.

Del tiempo bordonista viene el cruce inicial con la desprolijidad peronista, de un peronismo mucho más “civilizado” en tanto pata peronista del Frepaso, pero que no podía esconder sus raíces sindicales, punteriles, sus historias préteritas de izquierda y derecha peronista, su negritud e impronta desmesurada, la crítica velada al anticorrupcionismo de Chacho, la postura fagocitante del “vamos por todo y les sacamos el partidito a estos progres”, la vocación de copar internas y la gestualidad desafiante y patoteril para abrirse paso a los pechazos, si era necesario. Detrás de la inmaculada figura renovadora y blanca del Pilo Bordón aparecía esa horda indisciplinada, venían otra vez los perucas a ensuciar la genuina experiencia progresista del Chacho. Detrás del occidental Pilo surgía la imagen preocupante de un tal Moyano que le brindaba estructura y le movilizaba, cuidado. Y detrás de todo eso, el Keyser Soze de la política del conurbano: Duhalde. Y a pesar de todo, yo era un niño al que le molestó que Chacho perdiera esa interna del 95; a pesar de mi bordonismo lo había votado, y yo también pensé en aquel momento que a Chacho lo habían cagado con el aparato. Con el tiempo me di cuenta que a Chacho no lo había cagado nadie, que él se cagó sólo porque no laburaba, porque se la pasaba desratizando de peronistas a su partido, porque bajaba listas a lo loco para que no perder internas, porque terminó pensando que tener militancia era un gasto al pedo, porque Mariano Grondona lo empezó a invitar todos los jueves a Hora Clave, porque se aferró a la excusa del clientelismo para explicar sus fracasos en la construcción territorial que él mismo desalentaba, porque le fue echando la culpa al PJ de todo lo malo que le sucedía al país.

Pero yo todavía era un niño político que quería salvar al progresismo partidario que había leído, y cuando Bordón se fue del Frepaso, me acerqué al Frente Grande, en vez de irme directamente al PJ, cosa que hice algunos años después, circa 2000.

Pero aquel tiempo sirvió para ver desde adentro la fábrica chachista, la colección de dirigentes que parió el antimenemismo, que culturalmente también era un antiperonismo. El Frepaso fue la crónica finiquitada del apogeo y caída de un modo de concebir la organización política y la valoración del militante: un modo elitista, excluyente, sectario, servil, hipócrita, es decir, con una lógica bastante hija de puta. Era la primera vez que yo veía en política que a los que laburaban los expulsaban y a los parásitos los premiaban: ahí también empecé a verificar que la cosa iba a terminar mal. Y todo eso lo producía un partido progresista.

Por eso para mí no es admisible ya discutir las sucesivas y posibles redenciones del progresismo nacional: yo di por cerrada esa cuestión hace once años, cuando la Alianza asumía el poder político de la nación. De allí hasta el 2001 y el 2003 lo que hice fue confirmar qué tipo de relaciones eran las que establecían los distintos partidos políticos entre política y gestión: el PJ ganaba por afano. Fin del debate.

La discusión sobre el progresismo real es obsoleta, aun cuando el kirchnerismo la haya relanzado. Algo que confirma que para ello siempre se necesita de algún tipo de peronismo en el medio, que coloque las agendas que cada época va pidiendo.

Y la lógica hija de puta de la estructura profunda del progresismo no ha variado: Solanas, Sabbatella y cía. le siguen buscando la cuadratura al círculo. En el mejor de los casos se puede tratar de buenos tipos, con buenas ideas, pero que están estructuralmente incapacitados para hacer política en el seno del pueblo. Los muchachos actuales son una copia insípida de Chacho Alvarez, y a mí, dejáme con el original, con el más político, con el que todavía sigo apreciando. No son malos tipos, sólo se trata de política.

Guste o no, la catástrofe de 2001 la tuvo que asumir el aparato peronista nacional y bonaerense en ejercicio del poder ejecutivo nacional. Los que piensan que “gobernó el senador Duhalde” según narraba la opereta de HV en esos días, están muy equivocados. Lo que la mayoría de la gente politizada no entiende es que los punteros y las manzaneras no eran “duhaldistas”: eran del barrio en el que vivían. En esos días no encontré ninguna manzanera que preguntara filiaciones políticas. Y hubo que ver escenas muy jodidas que me recuerdan lo que hoy pasa en Santiago de Chile, y es terrible: cuando se estaba haciendo el relevamiento para entregar la primera tanda del Plan Jefes y Jefas de Hogar, muchas personas de barrios céntricos y lindas casitas pero que no tenían para comer, sentían la humillación de la desprotección, y aceptaban la bolsa de comida que le entregaba “el puntero” con bronca, pero inermes. Personas de clase media que se sentían devaluadas porque una negrita de la villa que laburaba en la muni le venía a tomar los datos para acceder al PJJH. Personas que cobraban los 150 mangos pero lo ocultaban en su barrio residencial, otras que iban llorando a cobrar el plancito y otras que desataban sus miserias una vez que se cerraba la puerta del chalet, porque literalmente, no tenían para morfar. Cuando estás hundido en la mierda, es ese peronismo el que te salva. Uno ve eso, y ves que el PJ, aun con todas las críticas que puedan hacerse, es el resguardo mínimo que existe ante el abismo. Y te vas al PJ. Como decía Eva, estás obligado a ir. No es lo ideal, no será lo mejor, es lo que hay donde no hay casi nada. Y yo aprendí hace mucho que en política se labura con lo que hay, se organiza desde lo que existe, porque las necesidades son para ayer. Bienaventurados sean los que pueden esperar, porque de ellos no será el reino de la política.

martes, 9 de marzo de 2010

Para que quede claro el trazo grueso: lucha política y administración de gobierno dialogan entre sí, pero no son lo mismo, ni deben mezclarse en el marco de una estrategia política integral.

 La actual coyuntura política se debate entre la espada y la pared: es decir, no hay muchas opciones, y la discusión de fondo es si un conjunto de políticas gubernamentales positivas se sostiene el tiempo más allá y a pesar de las intenciones políticas de los actores en pugna. Hasta tanto la oposición no manifiesta la intención cabal de discutir políticas de fondo para (por lo menos) los cinco años que vienen, la estrechez de la discusión y el dramatismo inusitado por boludeces perdurará en el tiempo, más allá de TODOS los errores que se les puedan achacar a los K (objetivamente, menos de gestión que de manejo político).

 En este sentido, el peronismo sucio ha planteado límites más allá de los cuales no se negociará: no se va a cerrar con Macri y difícilmente lo haga con De Narváez porque el Colorado no ha dado (y está lejos de dar) la “prueba de amor” que se necesita para gobernar la provincia o el país. Como me dijo un amigo peronista (que no es precisamente fan de Néstor y Cristina) “no jodamos, el Colorado no es peronista”.

 El termómetro de esta estructura profunda es Hugo Curto:

 Estamos en estado de alerta y movilización”, disparó el jefe político de Tres de Febrero. “Tenemos que defender la democracia y al gobierno constitucional, es una irresponsabilidad lo que está haciendo la oposición, tratamos de acompañar las leyes para superar el problema de los DNU: ¡hubieran propuesto un proyecto de ley alternativo si no estaban de acuerdo!”.

 

y aclara, para no confundir su postura con la del talibanismo:

 Estamos sin movilizar todavía pero porque movilizar no es salir a la calle, es estar también alertas intercambiando palabras, llamados y escritos en los que de alguna manera fijamos posiciones.”

 Porque más allá de la popularidad o impopularidad de los Kirchner, hay tramas concretas de gestión que deben mantenerse, so pena de conflictividad social grosa, e insisto: no van a ser Cobos, Solanas, Juez o Prat Gay los que salgan a disciplinar y encauzar los quilombos que afloren.

 Meter un proyecto de ley para institucionalizar la asignación universal por hijo y obligar a sentarse a la oposición para su aprobación consensuada, tiene una efectividad política profunda; más vale gastar el tiempo en eso, y no en el debate virtual e inconducente del país real y el virtual, el golpismo o Clarín.

 Que sea Curto quien plantea los alambrados perimetrales que el peronismo no saltará por ir detrás de una posible candidatura ganadora (no mezclar lucha política con el andar de gestión) habla menos de las figuras políticas que de los hechos concretos que la oposición política deberá sí o sí debatir si alguno de sus exponentes quiere gobernar el país y no morir en el intento. Y habla, también, de lo que requiere el actual tiempo político:

 no queremos volver, porque el otro día en la conferencia de prensa de la oposición mirábamos una película del pasado de muchos tipos que fueron los verdaderos responsables del default, del blindaje, del megacanje, de todo lo que de alguna manera hoy el gobierno quiere pagar a los efectos de conseguir créditos blandos para el crecimiento de la industria y el comercio y vemos a estos poniendo palos en la rueda para el que el gobierno no pueda y no logre darle a los argentinos el bienestar que nos merecemos”

 hoy son tiempos en los que a la gente no le interesan las candidaturas, la gente quiere que resolvamos los problemas insatisfechos que tiene, el proceso de elección de candidatos va a ser a partir del 2011 en las internas abiertas, simultáneas y obligatorias, donde cada uno fijará su posición y si es candidato o no. Yo no juzgo a compañeros que se adelantan en los tiempo pero me extraña que compañeros que hace muy poquito que llegaron al gobierno municipal no vayan ni dos años de gobierno y ya aspiren a ser mucho más de lo que son antes de solucionar los problemas de la gente, yo creo que esto es la ambición desmedida de algunos dirigentes que hace que el país en vez de crecer vaya para atrás. Nosotros estamos dispuestos a que el país crezca, a que haya bienestar y por eso luchamos para que el argentino tenga la solución que se merece”.

 Fuentes doctrinarias acá, acáy acá

domingo, 7 de marzo de 2010

Arcadas al Pie del Cañón Herrumbrado

1. El florentino se solía reír con cortesía (casi ocultaba el rostro para no incomodar) cuando notaba que un político se negaba a aceptar el cambio de circunstancias. Después del 1 de julio de 1974, muchos montos decidieron salir a matar policías morochos de seccionales suburbanas y jefes de personal argentinos de empresitas multinacionales por el sólo hecho de constatar que estaban derrotados políticamente y había mártires a los que honrar. A los que no compartían este verso terapéutico, les decían cagones o traidores. El relato se roza cuerpo a cuerpo con el riesgo de la desmesura que emana de un uso casi haragán del lenguaje. Nicolás Casullo no vivió para observar de qué modo su última creación intelectual era manipulada por la pureza kirchnerista. Clima destituyente es el santo y seña elegido para exonerar la constelación de errores seriales que se asilan en el alma gubernamental. Uno no es dueño de los comportamientos de la oposición política, pero sí de los senderos interpretativos que elige para accionar sobre la realidad.

 2. No hay un país virtual y un país real. Nadie puede negar el discreto encanto del análisis binarista, sobre todo cuando afianza las lógicas confrontativas de lo más “politizadas” con que se regodean los iluminados. Pero sucede que cuando no nos da el pinet, no es conveniente adoptar una postura docente para explicar algo que es diferente a lo que la sociedad siente. Es muy duro ver que ni siquiera hay bronca. Los oscuros no tienen de que regodearse.

 3. Yo vi a grandes militantes apaleados, escupidos, maltratados, forreados y recontracagados por las dirigencias que debían defenderlos. No esperen lealtad y respeto de ellos. Hay una idiosincrasia autoritaria del manejo político común a ciertos dirigentes (pueden ser radicales, peronistas, de izquierda o conservadores) que expresa una “antipolítica” de la conducción y la organización política profundamente lacerante, odiosa. Yo escuché en una unidad básica una voz sonriente: “El Turco era un hijo de puta, pero…”

 4. Hoy leía el paginadoce del viernes que me regalaron, y veo: “Este domingo, el fascículo número 120: La Jotapé Lealtad: ¿un peronismo sin montoneros o la simple expresión del miedo a morir?”. Estoy azorado. Me sorprende la impunidad que tiene José Pablo Feinmann para escribir esta guachada. Nadie dice nada, nadie lo refuta, todo bárbaro. Qué lejos que estamos de algunos debates, por Dios.

 5. Kirchner y Carrió son lo mismo. Se necesitan el uno a la otra para cultivar la antipolítica del conflicto que sólo le interesa al elitismo político de las superestructuras. ¿Qué derecho tienen a hincharle tanto las pelotas a la gente? Le pregunté a una madre soltera que cobra los 180 si sabía que era el empate catastrófico, se sonrió y me contestó que compraba menos alimentos con esa ayuda que es tan necesaria.

Me sumo  a la campaña dejemos de leer a Laclau por dos años.

6. Durante la edad dorada del kirchnerismo, la exhumación del conflicto como travelling de avance exhibió cierta eficacia, básicamente porque se contaba con una mayoría popular que avalaba tácitamente esa “puesta a la izquierda” de Kirchner. Pero cuando estás en baja, cuando recibiste un par de piñas en el hígado, cuando en un bar periférico bajan el volumen de la tele al anunciarse la cadena nacional, esa lógica del conflicto se va a la mierda, se parece mucho al infantilismo y el conflicto se torna inocuo, irritante, inconducente. El conflicto que politizaba, se hace antipolítico.

Yo comprendo que para el nacanpopismo teórico (que desde 2003 hasta acá se viene burlando sistemáticamente del “diálogo y el consenso” y lo toma como una difusa abstracción a demonizar) el nuevo escenario político sea frustrante. Porque la política es, la mayoría de las veces, gélida negociación para alcanzar logros concretos. Los tiempos épicos de la movilización popular, de “ganar la calle”, son siempre efímeros en política, y nunca pueden ser el eje de una política popular duradera. Hoy para el gobierno, hacer política es ir por los acuerdos. Esto se sabía desde el 28J a la noche.

7. El proyecto de ley de coparticipación del impuesto al cheque, más allá de las consideraciones fiscales que puedan hacerse, es un dato de hierro del salto de pantalla y pone en el tapete un problema acumulativo: el de los crecientes déficits provinciales frente al ¿superávit? nacional. Sería una ingenuidad pensar que son sólo los gobernadores de la oposición los beneficiados por la variación coparticipable. Creo que la puja política adquirirá mayor complejidad (es decir, menos nitidez ideológica que la que plantea el binarismo de los talibanes K y los anti K) cuando los tiempos políticos exijan definiciones de poder (o de pretensión de poder) más firmes. Cuando uno de los tantos tipos que quiere ser presidente en 2011 se vea obligado concretamente a armar su candidatura. Cuando los que todavía no están en escena, aparezcan.

 8. Mercedes Marcó del Pont merece ser la presidenta del BCRA. Era lógico que la oposición aplicara los kilos de la mayoría sin asco después del discurso poronguista de Cristina ante la asamblea legislativa y le choreara todas las comisiones del senado. Algunos se rasgaron las vestiduras como colegialas embaucadas ante algo que es muy habitual en política cuando la cuerda se tensa al pedo. Pero la mayoría de 37 no es automática, ni  sostenible en el tiempo sin (ahí sí) lesionar la gobernabilidad del país. Si se debate racionalmente el pliego, Marcó del Pont debería alzarse con el cargo sin mayores problemas. Si se debate racionalmente una ley, el pago con reservas puede consensuarse sin tanto dramatismo.

 9. Es tiempo de que vuelvan las noches de paz. Que la inflación no suba tanto. 

 10. Amén.