miércoles, 19 de mayo de 2010

Aeropuerto 1976


El frío del invierno del ´76 calaba los huesos, los hacía escarcha, y yo nacía. Existe todavía en la generación de mis padres (de los que tiene más de cuarenta y cinco y menos de setenta, más o menos y por tirar algo) un imaginario evocable de los primeros ´70 más pedestre, menos taquillero, más anónimo, más político: con cuatro o seis sueldos (según fueras empleado administrativo u obrero, respectivamente) te comprabas un 0 Km. O sea, cambiabas el auto todos los años. Y el dato sería una anécdota si no fuera la punta del iceberg de un ánimo social realmente existente y constatable en aquellos años previos a Julio de 1975.

Ese imaginario (que no era –es- sólo de la clase media) volvió siempre como bronca: con la dictadura, con la hiperinflación, con la convertibilidad, con el corralito, con la pesificación asimétrica, y con el actual modelo inflacionario de tipo de cambio alto con inclusión social. Y cuando algún tipo de esa generación (de mis padres) se calienta por la falta de Justicia Social que hay en el país (es decir, Kirchner reparó, pero en la Argentina no hay Justicia Social ni en pedo), llega la memoria indignada de aquel imaginario aparentemente materialista y frívolo pero que no lo es.

Como ando muy ocupado escuchando música electrónica, leí hoy el Clarín de ayer que me regalaron. Y veo que cuando quiere, Clarín puede. Ahora que el debate sobre los medios se adaptó al formato de un programa de chimentos, ahora que el nivel de las discusiones promovidas por una banda que responde al tag “izquierda cultural rancia” se muestra tan chato, mecánico, iluminista y obsoleto, ahora que es perfectamente sensato suscribir la consigna “yo banco a Jazmín De Grazia” (y yo la banco), ahora podemos  encontrar alguna pepita de oro entre el bronce fundido de las balas.

La nota de Clarín toca una cuestión importante. Hace unos meses, en alguna reunión política (toda reunión es política) tiré el tema: la fragmentación salarial como problema progresivo del mercado laboral reconstituido parcialmente por el kirchnerismo desde 2003. El artículo hace un diagnóstico descriptivo bastante preciso de la situación del mercado laboral actual: existe cada vez más distancia adquisitiva entre el desempleado, el subsidiado, el changador, el trabajador en negro, el blanqueado sin convenio, el blanqueado con convenio débil y el blanqueado con convenio fuerte (poder de fuego para renegociar pauta salarial). 

Para no hablar de los que están fuera de la vida laboral, me centro en los que tienen laburo y digo: el trabajador en negro (60% de los laburantes que cobran los salarios más bajos del país: es mucho, Kirchner, es mucho después de haber crecido a tasa china, es mucho, hermanito, te tenés que hacer cargo) cobra sueldos que orbitan (por encima y por debajo) del salario mínimo, vital y móvil; montos que van desde los $1000 a los $2000 y pico. Lo que ganan la mayoría de los argentinos que tienen empleos convencionales. Si tenés familia y sos único sostén del hogar, esos sueldos son una miseria, conforme la actualización inflacionaria. Esta es la realidad que viven la mayoría de los argentinos a los que Kirchner les va a tener que ir a pedir el voto si quiere ser presidente en el 2011. Y el otro sector asalariado es lo que Manolo llama la aristocracia obrera: sueldos de $5000 para arriba fuertemente sindicalizado, pero que sólo representa el 20% del mercado laboral y se lleva más de la mitad del ingreso salarial nacional. Es decir que desde el 2003 se vino incorporando más gente al mercado laboral, pero al mismo tiempo se construyó una estructura salarial regresiva, antipopular al mango. Ahora que la Argentina no es la de 2003, la sociedad está absolutamente autorizada a cuestionar el salario pobrerista que cobra: Néstor y Cristina ya no gobiernan para los cuatro millones de puestos de empleo y los dos millones de jubilados incorporados al sistema (esa cantinela rotativa que Néstor y Cristina repiten casi con una nostalgia primaveral). Tienen que gobernar para el pobre que no se enteró de que hubo “una revolución kirchnerista que combatió la antipolítica” y para el asalariado que siente que su sueldo es una mierda, para el cuentapropista pyme que vende menos por la inflación pero a fin de mes tiene más gastos fijos que pagar. Evidentemente no se trata de la maravillosa épica de la Ley de Medios bloqueada por la reacción, el imperialismo yanqui y la corporación agro-facho-industrial-tecno-mediática. Es la épica monótona del blanqueo laboral, del acceso al crédito y del plan de desarrollo bajo pacto social-empresario mínimo. Una cuestión que no comparto con el artículo de Clarín es la de atribuir la regresividad salarial al accionar sindical: no se puede pedir a los sindicatos más de lo que pueden hacer, y si el mercado laboral crece en su fragmentación salarial no es por las reivindicaciones sindicales, ni da derecho a cuestionar una modalidad sindical que es un dolor de bolas para el establishment, y así colar el verso de “la libertad sindical”. Si el Estado no tiene interés en fomentar un mercado laboral más justo, la cosa no es culpa estricta de los sindicatos.

La pregunta sería por qué Kirchner no prioriza en su agenda progresista la cuestión del blanqueo laboral y del acceso real al crédito. Es un error creer que con tener a la CGT atada y evitando así la conflictividad social (un sano terror genético de los Kirchner, enhorabuena) se puede gobernar sin necesidad de abocarse a los nuevos temas que pueblan las expectativas populares de cara al 2011. El 36% del empleo es en negro, Kirchner. Es mucho, hermanito. Es mucho. No creo que peronización sea un significante muerto.