domingo, 19 de diciembre de 2010

Carlitos Bettini Extended Mix

Hay una obsesión que no descansa sobre los certificados (papeles cuyo verismo lo firma el Estado) que le dan entidad a una summa política. Ya hay una década kirchnerista que luego de 2011 se heredará a sí misma. ¿Qué causa popular se le creará a ese camino que tendrá como espejo retrovisor a una neodécada a la que todavía no se ajustaron ninguno de los discursos políticos que hoy fatigan y hartan a los desideologizados que constituyen mayorías electorales?

Es sobre esta pregunta guacha (huérfana) donde se refleja la molestia del gobierno. Cuando se nota el descalce entre lo que se representó en tiempos de fortaleza hegemónica, y esta realidad novata que devuelve la imagen percudida de los claroscuros inherentes a un tiempo que pasa. Cuando el lubricante ideológico se gasta porque ya no explica lo que es(t)a neodécada va a dejar. Es decir: siempre se supuso que desde el ´83, la década anterior era peor. Y si ahora esto no es tan claro, no pensemos que las complejas valoraciones de la sociedad sean las opuestas a aquella tradición, tan sólo porque nosotros creamos que fuimos los mejores. No es una revelación: el que se sorprenda de esto, es un gil que se sometió voluntariamente a comerse todos los amagues, alguien que desconoció la admonición sanfilippista. Poca gente.

No es un buen momento para que la presidenta se debata entre el espasmo “de lo que fuimos” y la sensatez de “lo que debemos ser”. No es el momento de explicar quilombos sociales que no han perdido arraigo pese a las ventajas en los términos del intercambio como meras casualidades originadas en el fogoneo conspirativo. Al mediodía en José C. Paz, con esas fibras textiles negras que te deben acalorar mucho el cuerpo (el sol húmedo) decís una cosa, y cuando lo que quema en la noche es el balance decembrista que cuece el mezcladito lumpen del AMBA, cerrás el acuerdo de desactivación que pedían los intendentes del conurbano para salvaguardar los territorios de un verano violento. Para que la bomba de la neodécada no estalle. Lo que hubiera pedido cualquier tipo que tiene que sostener algún pedazo de Estado en el país socialmente precario.

Pero ese acuerdo (con restricciones duras, firmado con la pluma del miedo) imperativo ante el dominó de tomas, no tiene mayor viabilidad a mediano plazo. La toma de tierras es el sucedáneo del derecho a la vivienda desde mediados de los ´80. Lo hallado a mano ante el Estado taciturno. Mero acuerdo de descompresión para que Cristina y Macri alcancen el empate técnico en este surfeo de la coyuntura que ya va expresando los efectos desagradables de la neodécada. En este entrevero cupular que quiso narrarse como “dos modos de pensar el país” (y que costó 40 palos salidos de las arcas del monotributismo nacional), la pasada ideológica (ese costadito leve del tema) la ganó Macri por puntos, casi por la inercia que lleva ese consenso complejo que se teje en capas populares frente a discursos políticos que saltean temas (yo este tema no lo toco porque me molesta) y ante un Estado operativamente desbordado. La fallida lectura que se hizo de los hechos de Soldati explicados casi exclusivamente desde la xenofobia, contribuyen a la consolidación de ese consenso complejo. Cristina lo supo (y lo sufrió) en la noche postrera de la firma del acuerdo: creo que en este mes y pico sin Néstor, esa noche fue donde se habrá sentido más sola.

(No sabemos por qué Nilda Garré no baja a Lugano a desactivar. Meter la caripela para que los vecinos por lo menos dejen de gritarle a la flama televisiva ese Cristina hija de puta tan poco propicio. Para que la patología autista no sea percibida como marca en el orillo. Para demostrar que no le tienen miedo a un mano a mano verbal con la clase media baja de un barrio del sur. Mientras tanto, el seisieteochismo social se acuclillaba en la plaza de mayo para darse un duchazo nacionalista-revisionista en pantalla gigante. Es conmovedor ver cómo se dan con el inflador anímico, cómo tratan de creerse que en esos eventos módicos le están poniendo los ladrillos cruciales a la patria liberada. No ayudan a Cristina, pero ellos creen que son actores centrales de nuestro tiempo. No se dan cuenta de que lo único que expresan es un síndrome de la decadencia. También muy poco propicio.)

Como vemos, la desestabilización es el sueño húmedo de los que no se atreven a entrar a la última piecita del Estado, de ese modesto inconsciente colectivo que sueña con ser eyectado cuando la primera de las cosas que haga, no le salga. Manías de minoría intensa. Esa minoría que no ayuda, como habrá pensado Cristina mientras se firmaba el acuerdo. Esa minoría a la que dimos tanto, y que tan poco retribuye en términos de eficacia política.

Analizar este quilombo desde el prisma racial es una señora gorda que toma el té y dice “¡Qué barbaridad!” y listo. Indignación impostada. Verso inconducente. Progresía de salón. Pero, a ver, tensemos esa cuerda con la que juguetea el plateísmo politológico y extendamos el campo de batalla democrático, entremos en las aguas turbulentas de un plebiscito nacional y popular, con el territorio argentino como distrito único, una gran fiesta de la democracia, señores, en la que se ponga a consideración la política migratoria, los requisitos de la ley de ciudadanía y naturalización. Yo no quisiera saber los resultados, y me cuidaría mucho de que fuera una materia vinculante. ¿Qué hacemos con esa mayoría popular facha? ¿La subimos a un avión y …? ¿Los metemos presos en las mazmorras del Inadi?

La cosa es más compleja. Detrás de esto hay un consenso complejo, microdiscursos y microrrealidades. Si ese consenso no es abordado desde la política con respuestas concretas, ese consenso se termina comiendo a la política. Cristina lo padeció al cerrar este paquete con Macri. Macri, que hace dos días que está en política. Macri, loco.

Mientras la asistencia social la financie casi exclusivamente la categoría B del monotributismo (las dos caras de la moneda pobrerista, vecinos contra villeros), esta brecha social y cultural se va a ampliar. Peligrosamente. Irreversiblemente. Sin vivienda popular y sin crédito hipotecario no hay paz social. ¿Por qué no subsidiamos un poquito a los que nos traen los votos?

La neodécada está empezando a regurgitar efectos que antes estaban escondidos tras el biombo de la declamación. Ahora se necesitan políticas que admitan alguna dosis de largoplacismo si queremos mejorar en el empleo y la asistencia social; el volantazo no alcanza. Cristina tiene que hacer un trasvasamiento discursivo: encontrar la causa popular que saldrá de las cenizas de la neodécada. Quizás es pedir demasiado. Es lo que va a pedir mucha gente cuando esas telas negras que le cubren el cuerpo conmuevan menos. Yo creo que el esfuerzo que está haciendo Cristina para lograr esto es tremendo. Se nota. Cristina está perfectamente esclarecida de que necesita materializar una transición hacia 2011-2015. Sabe que los demás (la gilada) pueden estar diciendo todo el tiempo lo mismo, pero ella no. Porque cuando gobernás, la que estás sentada en el sillón de Rivadavia sos vos sola. Cristina necesita a alguien que le agregue dimensión intelectual al gobierno para sostener y blindar la línea de flotación; alguien de quien no deba recibir reportes ni a quién dar órdenes. Alguien que sea del palo, pero no de la familia. Un imposible. Marche un Tom Hagen para Cristina.

martes, 14 de diciembre de 2010

Mono Cromo

Está pesada la calle. Verbalmente. Aprieta. Se dicen palabras que repican contra los cordones que sellan el pavimento. Pueden ser los ramalazos del calor, o las fauces del conato navideño, el licuadito monetario, o la gráfica del Alto Palermo que nos presenta a Kim Basinger. La paz social del shopping, algo para valorar, aunque no alcanza.

 

Ha pasado otras veces. Hay huellas que se repiten en todos los ciclos políticos: con el crepúsculo viene el cansancio. La distracción. Un vaso que se nos cae de las manos, se rompe y no sabemos como. El accidente. La falta de timming. No se ganan las divididas. En tenis (el deporte más bello y más ingrato del mundo) es cuando no te corre la bola, perdés aceleración, se comienza a reiterar el grafitazo. Eso que nos fastidia cuando vemos que Federer empieza a enganchar con el revés, cada dos bolas una afuera. En el tenis, eso te puede hacer perder el partido. En política, perdés poder.

 

Nadie dijo que 2011 sería un año de transito rápido. Todos los que hacen análisis político saben que con los últimos días de enero se termina el boom estival, y también, el período de inmunidad por viudez. Y créanme, chicos, que Cristina no va sostener el viento de cola político creando el Ministerio para la Liberación, o la Secretaría para la Redistribución del Ingreso. Digo esto porque veo mucha indignación impostada. Mucho estómago sensible, mucha náusea intelectual ante el furibundo avance en oleadas de la realpolitik. Muchos que amenazan encadenarse a su ego, porque, no sé, porque Cristina unió su voz a la de Reutemann a través de una línea telefónica. Muchos que amenazan con cercenarse las venas si no “se profundiza el modelo”. Cercenatelás, macho. 2011 es bilardismo decisorio puro y duro.

 

Es lo que hay: punteros del progresismo kirchnerista, de la banda de Filmus, que no saben cómo se hace una toma de tierras. Y del otro lado, el barrabravismo municipal punterista de la banda de Macri, que no sabe como carajo hacer la contención inicial, la más importante para evitar el desborde. De ahí para arriba, asistimos al bazar amateurista de funcionarios autistas que sólo atinan a reducir el margen de costo político a pagar, y que así consideran que se lo endosan al otro. Lo que pasó en Soldati, sólo podía pasar en la Ciudad. Y así fue.

Porque, ¿sabés cuantas tomas de tierras se hacen por día en el país? Muchas, porque la cuestión de la vivienda en la Argentina es un drama, y no sólo para la negrada. Salvo que creamos que la mayoría de los que habitan “el campo popular” ganan las 9 o 10 luquitas que te permitan ir con un tubito de oxígeno al crédito hipotecario. El otro día hablaba con un guacho que fue empleado bancario, un compañero que aguantó los trapos en el pintoresco Banade, un cumpita que le tiraba bolitas de acero a la montada en el marchón de la multipartidaria contra la dictadura, el ´82, y me decía, nene, Lucianito querido, ahora son todos chantas, que verso ese de hacer una marchita pedorra bajo el trademark “el hambre es un crimen” u otras boludeces, acá hay que marchar por cosas concretas: pedir por la tasa de interés, loco, y se termina la inflación, esta pendejada kirchnerista boludea mucho, la épica que tienen que pedir es contra el spread bancario, los bancos la siguen juntando en pala y no hay crédito para comprar el rancho propio, acá el único que dio a tasa baja y para todos, vos lo sabés, nene, fue Perón.

 

Está dicho: los punteros de hoy no son los de antes, y menos en la CABA. Porque si bien no hay un manual de instrucciones, todos sabemos cómo se debe hacer una toma de tierras, porque una toma nunca es espontánea, no es el mito del pueblo que cincela su liberación desde el fondo de la historia. A la gente hay que cebarla y organizarla. El primer contingente que entra a la ocupación es clave. Y acá la banda filmusiana hizo todo mal.

 

Genealogía de una ocupación de tierras en el Conurbano: podríamos dar clases, montar una consultora política ¿no? y que toda esta truchada militante aprenda un poquito, con una premisa básica: no te cagués en la gente que llevás a ocupar. Un puntero retirado, un compañero avejentado por los rebencazos de la vida, me decía que la toma se charla con el Estado: se toman tierras fiscales, no terrenos privados o en uso. Se toman tierras abandonadas porque a una situación conflictiva como la ocupación, no se le pueden agregar conflictos aledaños. Pero claro, este anciano puntero había estudiado el tema, se asesoraba, racionalizaba la acción que iba a realizar, y además de todo eso, leía a Perón. Porque ahí está todo. Es un salmo: no causes un conflicto que no puedas encauzar, porque el desborde será castigado. Lo tenían tatuado en la mente.

Se toman tierras fiscales, para después facilitar la compra del Estado y la posterior adjudicación y escrituración. Los punteros que comandaron la toma deberían saber que un parque público no puede ser loteado, que de ahí los van a sacar. En el Conurbano las tierras tomadas son las que se van entregar, porque hay que pensar un poquito loco: una toma se dialoga con el Estado, no se hace de prepo. En el Conurbano, mientras la ocupación se hace, ya está bajando el Municipio al lugar, meten el trailer sanitario, llevan bolsas de morfi, y se empieza a censar. Después cae Viales  o los Argentina Trabaja y hacen la nivelación del terreno, se va ordenando el quilombo. Una toma de tierras siempre va negociada, no es una lucha de clases. La base de todo eso es tomar un territorio tomable, porque sino va a haber goma. Como hubo. Porque te digo, acá en el conurba, yo me acuerdo de tomas mal hechas (pocas): una vez se quisieron meter a un terreno baldío de varias hectáreas perimetrado que rodeaba a unos monoblocks, y los sacaron cagando todos los vecinos. Era una risa, los negros saltando la reja y no les daban las patas para correr, y lo vecinos (tan negros como ellos) los corrían de caño, tiraban al cielo al grito de vayan a laburar, hijos de puta.

Lo veíamos por tele al gorrita que punterea para Filmus meta que Macri esto, Macri lo otro, y el puntero anciano me miraba y hacía gestos con la cara, parecidos a los que hacía Olmedo cuando frenaba el sketch y miraba a cámara, sacaba los dientes superiores para apretarlos contra el labio inferior y ampliaba los ojos para que se viera la mayor blancura del globo. Que la politiquería la haga Filmus, me decía, este pibe tiene que hablar de la toma, dar tranquilidad y hablar del acceso a la vivienda, contar como vive esa gente; este pibe es responsable por la gente y ya tiene tres muertos, no por los políticos. Pero eso lo están haciendo Canal 26 y Crónica, le digo y me dice sí, sí y nos reímos. “Si sos responsable político frente a la gente que llevás, tenés que saber también que Macri no usa toda la capacidad instalada del Estado, porque no quiere y porque no sabe. Y vos le tenés que cuidar el culo a tu gente.”

 

Evaluación de costos políticos: Macri seguro, pero también el gobierno nacional, porque retrasó la entrada en escena para ver si podía sacarle jugo a las piedras, y en el interín hubo tres fiambres. Cristina venía bien con el pacto social, pero esto no ayuda. El gobierno nacional tiene más que perder que Macri, porque, aunque sea de un patetismo político lamentable, Macri se aferra discursivamente a ese 35% de electorado cautivo. Por eso Macri va a ganar las comunales, y porque después de 10 años de progresismo partidario gobernando, tiene hándicap para ir por 10 años propios. Pero el gobierno nacional demoró su entrada y garpó. Garpó, loco.

 

Ahora se escucha alto chamuyo, oriundo de la factoría progre. A esta izquierda cultural que banca al gobierno, y lo hace mal, habrá que decirle que si quieren conspiraciones de alta gama que vayan a ver Ghostwriter, la última de Polanski. Quieren vivir el sueño de los justos, y ahora están deprimidos porque palmó Néstor, porque Cristina “se derechizó”. Yo creo que Cristina hace bien en regalarles estatuitas de la pirámide de mayo para entretenerlos, de organizarles festivales con los fósiles musicales de la primavera alfonsinista y con esa mentira bienpensante del hermanismo latinoamericano que es Calle 13. Ellos necesitan mantener el reconocimiento neurótico y el ego en alto, y está muy bien. Yo prefería que no contraten a ninguno de esos muertos, y le pusieran una suculenta tarasca a McCartney. Macca en la 9 de julio. Eso es nacanpopismo.

 

Alto chamuyo para apelar al chingui-chingui de la desestabilización, Duhalde. Y la verdad es que invocar este argumento de Duhalde (tenga o no verosimilitud) significa que estás cagado. Que se te escapó un poquito y lo tenés en el calzón. Es muestra de debilidad, imperdonable electoralmente. De miedo, de desconcertación. Es autismo velado, es atajo politiquero. Es apartase del timming que requiere una lectura callejera. El golpismo duhaldista es la vedette conceptual de la progresía, de los radicales; nosotros no, eh. Un gobierno peronista se la tiene que bancar, y no llorar porque le pegan. Que pasa, qué pasa, que está lleno de maricones el gobierno popular. Así no ayudan a Cristina. Lo imperdonable no es que Aníbal y Alak avalen la desmesura federica, lo imperdonable es que dos mazorqueros con palmarés y prontuario, dos tipos todoterreno, hablen de la conspiración duhaldista, del drama clientelar y de la xenofobia para despegar del quilombo al gobierno, con el mismo amateurismo que sólo puede encontrarse en el exangüe panel de 678. Este hecho los condena a la tacha de infamia: Aníbal está muy jugado, perdió tiempismo, está cansado, ya está. Con argumentos de llorón radical no, no se puede.

Porque lloran. Una vez hubo inundaciones, sacaron a los funcionarios a la calle, a colaborar con la evacuación. Un radical, un cuello duro que cortaba el bacalao en Ceremonial, no quería ir. Tenía miedo, decía. Tenía que subirse a un colectivo, junto con unos bultos de Prestopronta, unos packs de Villavicencio y unos ladrillos de falopa y asegurar la entrega en una escuela con evacuados. Era el mismo radicheta que en condiciones normales se subía al ego del cargo y montaba escenas de escabrosa comisaría política o de diva loca desenlechada. Y ahora lloraba y no quería subir al colectivo. Entonces se le acercaron un par de muchachos que lo fueron cuerpeando amablemente hasta un rincón del playón. El cuello duro se fue al piso rápido, cobró. Quizás de más, es cierto. Lo pateaban bastante en la cara, hasta que se hizo el mítico charco de sangre. Los muchachos le seguían dando, se reían, le decían tu jermu no te reconocía la pija, ahora tampoco te va a conocer la cara, y le hacían una cirugía estética a suelazos. Cuando me vieron a mí, pararon. ¿Querés venir a pegarle vos, Luciano? y esperaban que fuera. No, péguenle ustedes, les dije, y me fui. Los que ahora plantean el terror de Duhalde me hacen acordar a este llorón; y creo que muchos funcionarios y fans del gobierno, merecerían que los caguen a palo del mismo modo. Por el solo hecho de querer cagarse (ellos) en la gente. Por la falta de  seriedad con la que hacen política.

 

Pero paremos acá, que me revienta la casilla de mails. Amigos, familiares, militantes, fanas de la política, blogueros kirchneristas y peronistas, compañeros cuentapropistas: escribite algo, Luciano. Escribí, hijo de puta. Veo mucha ansiedad en los mensajes: me explicás que mierda hace Cristina, murió Néstor ¿y ahora?, no cazo una, esto es un quilombo, ¿qué hago con la guita? ¿compro dólares o una cochera? ¿va a ser Cristina?, no le pueden dar la Federal a HV,  gasté 63 pesos por un kilo y medio de milanesas de pollo y tres cuartos de carne picada, Macri es un desastre ¿va a ser Scioli?.

La muchachada quiere saber, y es lógico que ya no encuentren respuestas confiables en la gran humareda del periodismo oligarca, del progre y del nacanpopero. La gente quiere que le tiren la posta, que amaine el verso. Calma, compañeros.

 

Y ese es uno de los problemas que deberá afrontar Cristina: cuando caduque el plazo de gracia, habrá que sostener los votos del peronismo con gestión. Cada error de la viuda, se va a cotizar en bolsa. Por eso, es necesario una purga ministerial y como dijo el morocho de oro de la blogosfera, que vengan los profesionales, sean de izquierda o de derecha. Tipos que se tomen la política en serio. Porque la calle está pesada, y en la volteada caen todos.

Políticamente Cristina se enfrenta a una fase microquirúrgica: el kirchnerismo ya tiene ocho años. Ya es cada vez más difícil echarle la culpa de las cosas que pasan en el país al neoliberalismo, a Menem o a la dictadura. Y va a ser cada vez menos aceptable socialmente ese argumento, aún cuando sea verosímil. Y va a quedar al desnudo que si el kirchnerismo hizo cosas positivas desde 2003 hasta acá, esas cosas tampoco cambiaron de manera cualitativa la vida de mucha gente. Esto hay que aceptarlo con humildad, sería lo más inteligente a la hora de la propuesta peronista para el turno 2011- 2015. El kirchnerismo tiene sus miserias: las reparaciones fueron paliativos para que la olla a presión no estalle. El plan federal de viviendas, un paliativo. Lo demuestra ese negro que se tira en palomita del tren que pasa por el Parque haciéndole el salteo a la Gendarmería, y cuya plasticidad estética nos recuerda aquel gol de Aldo Pedro Poy en el nacional 71 o aquella más rústica de Luque en la transa peruana del ´78.

 

La AUH, un paliativo. Son avances. Pero mientras sean paliativos, son facturables electoralmente. Tienen potencialidad regresiva a los ojos del pueblo. Y si esos ojos ven fragmentación laboral, ineficacia de la asistencia social que no permite una ciudadanía social de cierta estabilidad, eso en el tiempo, genera consensos complejos, brechas culturales irreductibles, bronca. Y no va alcanzar con indignarse o “no estar de acuerdo”; porque es tan real que el que va a toma tierras está jugado y en el fondo de la tabla (y desde el 2003, nunca salió, eh), como que el que vive en un monobloc y cobra 3 lucas de sueldo no tiene porque bancarse (por tener “un poco más”) cualquier cosa. Además de hipócrita, pensar así hizo que a muchos países les fuera muy mal. Esos consensos complejos, van a crecer en el tiempo: y la política, más que cuestionarla, va a tener que actuar sobre esa realidad. Ayuden a Cristina: a los que usurpan cargos en nombre de la buena conciencia y el oportunismo, los que avivan el verso nacanpopista de pico, tengan honor y váyanse. Porque no da para más. Porque se necesitan tipos que hagan política en serio, en  un momento serio. Porque el viaje de egresados se hace en la adolescencia.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Pax Cristinista

Esta moderación es necesaria porque:

 1. Hay que sostener el viento de cola político inaugurado con el período de inmunidad por viudez.

2. En la economía no hay crisis terminal sino inconsistencias de incidencia intermedia que solo se pueden encauzar vía negociación.

3. Los problemas laborales que se vienen los causan los límites de capacidad instalada, y desde otro punto de vista, la creciente fragmentación del mercado de trabajo y el modo subjetivo y diferenciado en que esto impacta sobre la vida cotidiana. Nada de esto se resuelve “en la calle”.

4. Cualquier despliegue cualitativo de los mecanismos de alcance de la asistencia social está completamente desrelacionado del campo de una conflictividad política saturada.

5. Con prescindencia del futuro electoral que subyaga del punto 1, e inclusive incluyéndolo como decisión final, darle centralidad política a los puntos 2, 3, 4 y a los que indirectamente se les relacionen, contribuye a la galvanización indudable de la candidatura peronista para las presidenciales, provinciales y comunales de 2011.

 

¿Cuánta gente votó a Cristina en el 2007 porque prometía un Pacto Social? Más allá de los hechos, esa promesa, y ese 46% reflejan una comunión entre votante y elegida por la cual se iba asimilando y amortizando en grados parejos, si analizamos esa compleja dinámica que el voto tiene aún en el momento aparentemente estático de su emisión. La sola mención de un Pacto Social implicaba el acuerdo tácito de que ya no estábamos en 2003, que se estaba ante nuevas realidades y nuevos problemas. Que el problema más acuciante promedio haya dejado de ser el desempleo para pasar a ser el empleo en negro y la precariedad salarial habla de un avance indudable, pero el riesgo peligroso en el que pueden caer quienes sufren de glaucoma político es perpetuarse en el dogma festivo del “estamos mejor que en el 2001 e invisibilizar cual es el cambio de agenda que la política va pidiendo, y entonces ver cuales son los mecanismos más idóneos para enfrentar esos nuevos problemas.

 

En un año electoral, ¿qué importa más? ¿la participación de 10 % en las ganancias para trabajadores de convenio fuerte o la convocatoria al Consejo del Salario para acomodar el mínimo vital y móvil que cobran los trabajadores ennegrecidos, los blanqueados sin convenio o de convenio débil? ¿Qué porcentaje ocupan uno y otros en el fragmentado mercado laboral argentino? Porque además de la meseta de empleo por el fin de la capacidad ociosa, las carencias laborales de 2011-15 van a transitar por la irritante brecha laboral: la aristocracia obrera va en avión, el resto va a gamba y por el sahara. Un error habitual ante esta realidad es echarle la culpa a la CGT y a la “burocracia sindical” por todo aquello que queda fuera de su protección, desconociendo que la organización sindical  peronista, al garantizar niveles de estabilidad laboral y social sólidos que afianzan la estabilidad política que el Estado necesita para actuar sobre los sectores populares más postergados, pierde alcance ante esos a quiénes el Estado todavía no puede incorporar. Esta deuda social no puede achacarse a la CGT, porque a lo largo del tiempo y frente a las deserciones del Estado y el sector empresario, la organización sindical tuvo que desplegar prácticas defensivistas. Digamos que allí residen también los problemas que el sindicalismo peronista tiene para viabilizar su inserción política: un tema que le comió el bocho al gordo Cooke, al flaco Carri, y que hoy hace que Moyano deba sumar a los movimientos sociales para fijar extensiones en el campo político. En la coyuntura 2011, la cuestión sindical va pasar más por lo sectorial que por lo político: en el marco de un Pacto Social que busca dormir la aceleración inflacionaria, los techos de la paritaria para la aristocracia obrera deberían ser el correlato moderado de las amplificaciones que el gobierno debiera motorizar en la parte media y baja de la pirámide salarial. Si lo que se busca es reducir la esmerilación del poder adquisitivo, el trípode jubilaciones, planes sociales y salario mínimo es una recomposición que está muy por delante de las expectativas de la aristocracia obrera. En todo caso, esas expectativas pueden cumplirse si se discuten con el gobierno y el empresariado pautas de inversión, productividad e impuestos, lo cual llevaría a la discusión de otros temas inherentes a las variables macro y al “modelo”.  Pero mientras no se entre en esa sintonía fina y se actúe “con lo puesto”, el gobierno tiene la prioridad de los atrasados en el sendero salarial y los que ni siquiera están en él, y no mucho más. Salvo, claro, que no se quiera ganar la elección de 2011.

 

La inflación no necesita, para ser discutida, hacerse desde bibliotecas económicas heterodoxas en contra de las ortodoxas, o viceversa. En economía no hay dogmas que seguir hasta las últimas consecuencias; la inflación no es buena o mala según la teoría económica que más nos guste. La cosa parece simple: los límites de tolerancia popular ante los fenómenos económicos que liman el poder adquisitivo se suelen percibir con claridad cuando estos llegan. Si derivan de un ajuste salarial o del aumento inflacionario, esto poco importa si la percepción social traduce un “no va más” con respecto al tema. Hoy no existe esta percepción frente a la aceleración inflacionaria (bastante notable en alimentos y bebidas); es decir que de no empinarse la aceleración durante 2011, no se votaría según inflación, como equivocadamente sí piensa la oposición. Dicho esto: que no se vote según inflación no quiere decir que no se trate de un problema concreto y serio a resolver. Se dice: el “modelo” es inflacionario. Precisamente porque sabemos que es así, la resignación a la inflación no es admisible. Si se considera que la inflación es el mal menor frente a las cosas positivas del “modelo”, también habría que tener la responsabilidad política de pensar qué decisiones económicas hay que tomar cuando la inflación se comienza a acelerar al punto de licuar porciones no contingentes del poder adquisitivo, pensar qué pasa socialmente cuando la liquidez de billetes no permite el ahorro y solo exacerba el consumo. Porque ya no estamos en el 2003 llenando capacidad instalada y monetaria desinflada. Sin embargo, el debate político de la inflación está desajustado: se suele confundir inflación con pobreza estructural, cuando en realidad las medidas para enfrentar una y otra son completamente diferentes. Por el lado de los economistas hay mucho marketing de humo: los ortodoxos alertan sobre una espiralización inflacionaria por expectativas que concretamente no podría producirse mientras el BCRA tenga la cantidad de reservas que tiene; y por el lado de los laxos de la heterodoxia se le baja el precio a la inflación como problema de progresiva incidencia macroeconómica. Tácitamente, los heterodoxos plantean un “que ajusten los malos cuando ya no estemos” y esto explicaría por qué nunca comandaron un equipo económico presidencial. El kirchnerismo tuvo tres ministros: Lavagna, Lousteau y Kirchner+Redrado. Las conclusiones son obvias.

 

Desde hace un año, hay en el terreno económico (ahora sí) viento de cola. Si el núcleo duro del crecimiento del PBI está en la soja y en la exportación automotriz a Brasil, la cuestión de la inversión y el crédito surge a la vista como una cuestión central del turno 2011-15. Sobre todo si es que interesa generar empleo y blanqueo por sobre las previsiones que están por arriba de recuperar el terreno perdido en 2009 por la crisis internacional. La realidad es que una variable más para bajar la inflación se relaciona con el fomento de la competitividad hacia el interior de cada actividad industrial, para que no sea la empresa líder del sector la que imponga las condiciones de producción; pero para lograr esto, más que una lucha contra las corporaciones, lo que se necesita es la decisión política de generar pisos de competitividad para pymes y otras empresas que son las primeras en sufrir el ahogo cuando hay atraso cambiario, para no referirnos al impacto directo sobre el empleo. Es interesante señalar que si la industria automotriz hace punta, es porque es la actividad industrial que registra mayor capacidad instalada modernizada durante los noventa y esto le permite absorber la demanda generada. No sucede lo mismo en el resto de la industria, donde la expansión no es equilibrada. Un Pacto Social puede servir para discutir estos temas, y que las decisiones sobre inversión, incentivo y empleo se realicen desde la autonomía política, y no desde la unilateralidad empresaria.

 

No interesa el tenor real del off the record “desde ahora, al que corta una ruta lo mato”. Ni siquiera interesa la taxatividad de la frase, ni siquiera si realmente fue dicha. Sí interesa aprender el teorema: cuando el peronismo está en el poder, no se debe generar un conflicto social que no pueda ser encauzado. La ampliación de la asistencia social junto con las pautas que se puedan alcanzar en un pacto social, significaría que el gobierno no va a generar las condiciones para una espiralización de la conflictividad social. Esta Cristina weberiana debería ser leída: desde ahora, todo se tramita por cauce. Corresponde acá hacer una lectura que ajuste cual es la importancia de la idea “no represión de la protesta social” para los Kirchner. Un rasgo político central, sin duda, y que continua salvaguardado. Pero también habría que decir: ningún gobierno peronista puede caer en desgracia (o caer) porque existen actos de represión y de muertes que no le son claramente imputables. La Alianza (el progresismo partidario que gobernó la nación) hizo una sacralización insana de la no corrupción, y se amortizó políticamente en la primera de cambio por la Banelco. Si el Estado no debe matar, también es cierto que un gobierno debe custodiar  su poder frente al complejo problema de la represión: el retroceso político frente al hecho represivo (la renuncia, la intervención) no resuelve el problema del accionar de las fuerzas de seguridad. En lo que refiere a la represión en Formosa y a la inviabilidad de una intervención federal, todo ha sido dicho en esta escritura memorable del gran Abel Fernández. Yo agregaría que los que aprovechan estos hechos fatales para pasar el lampazo y hacer cirugía mayor “contra el peronismo cavernario que debe morir”, se dediquen también, y con seriedad, a ofrecer los reemplazos correspondientes y a tomar en cuenta, a la hora de reflexionar, la perspectiva de las mayorías populares de esos territorios. Quiénes lo hagan verán que la intervención federal no sirve y que la opaca relación entre las fuerzas de seguridad y el poder político no es una tara congénita sólo atribuible al peronismo, y al feudal en particular. No va a ser la primera vez que, desde una política de las buenas intenciones se terminen tomando medidas mucho más lesivas para la gente que se dice beneficiar.

Ah, recomiendo la lectura del gran Manifiesto Meler para la joven militancia kirchnerista.