lunes, 11 de abril de 2011

Salta y los nombres propios

Y el turro le dedica el triunfo a Ragone y enlaza hegemonías, y yo digo: éste tiene paño, éste manya, éste se educó políticamente en el palo que conocemos y que yo llamo el círculo virtuoso del peronismo (ok, es para entendidos, sorry), éste está leyendo para los ocho años políticos que se vienen y no hablo tanto de una lectura electoralista sino política. ¿Qué le va a pedir la gente a los que quieran gobernar la nación, las provincias, los municipios? , y entonces ¿qué le va a pedir al peronismo al ritmo de ese calorcito que se meta por la ventana? Porque Urtubey es uno de los que entendió que hay que atender en los dos mostradores: que hay una escena material a entablar con la clase media, pero que el fundamento político de las ideas y las acciones del peronismo sigue estoicamente asido a esa lealtad política de los que menos tienen, y que hay que tener reserva política cuando una parte del electorado te larga duro. Y aunque Urtubey cosechó lo contrario a un abandono electoral, bueno es explicitar esas alianzas cuando se trata de renovar una confianza política para fortalecer una hegemonía, y con una pila de votos que asusta: bueno es empezar a celebrar una victoria diciendo qué es lo que falta, aceptar como una prioridad el problema de la justicia social, sin soslayar lo que se hizo y la importancia del aporte del gobierno nacional. Porque los que juegan al binarismo, a izquierda-derecha, los que se presentan como garantes ideológicos en tiempo de descuento, esos se van a quedar sin aire rápido, y esta carrera es larga.

La elección de Salta confirma algo que en este blog mínimo, marginetón, decíamos hace un rato: que las estrategias electorales provinciales no tenían que estar atadas a una lectura de la contienda nacional, y que un grado no menor de la elección desdoblada está definida por el voto a una gestión local. A eso hay que sumar un armado unificado del peronismo detrás de un liderazgo muy potente como el de Urtubey, que además metió por izquierda y por derecha, desde el Partido Renovador hasta el Frente Grande, porque inteligentemente se avizoró que el tiempo de las mezquindades y del anti se acabó y esa es una evaluación política muy valiosa, porque está en consonancia con lo que gran parte de la sociedad está pensando políticamente en este momento. En ese sentido, haberle plantado a Urtubey otra candidatura peronista que el escenario no admitía fue un error político bastante grave, no tanto por el impacto electoral sino por desnudar fallas de apreciación de un cuadro de situación, por el capricho de no admitir lo que Urtubey representa en los planos de liderazgo y gestión pero también como continuidad (y no como ruptura) de lo que representa la figura de Cristina, no para los politólogos, sino para los tipos que van y meten la boletita en la urna. Porque Urtubey (y el caso podría ser aplicable a Massa y a otros nombres propios) es una insoslayable construcción política que se fragua dentro del proceso kirchnerista, que hereda sus huellas pero que también marca las propias porque esa es la ley de la política: la esclavitud política es para los mediocres. Porque el chupapijismo no es una cualidad que los votantes admiren en un político. Lamentablemente, la candidatura de Wayar fue un error porque ni siquiera sirvió para esmerilar, porque la pobreza de los números la tornó inocua y Urtubey se ocupó de hacerlo sentir, ejerció de perdonavidas, muchachos se equivocaron pero esto es el peronismo y pueden volver y le tiró el centro al negro Hugo, vení hablá conmigo, no jugués solo que perdés. Esta cuestión se enlaza con algo que decíamos hace un rato en este blog mínimo, marginetón, vilipendiado por los ultra: que la lectura política del moyanismo está descalibrada, y que esto no es conveniente para el peronismo ni para Moyano como presidente del PJPBA, porque manejar un sindicato no se replica en la conducción de un partido político y esa eficacia del pasaje político que pretende el moyanismo implica la escala previa del diálogo con el peronismo. Digo: hasta Cristina comprendió que el correlato provincial de su figura es Urtubey, y se abstuvo se hacer fogoneos indebidos, y aceptó la provincialización de la elección porque oblicuamente le garpaba a ella, porque sabe que cerrar estos sobrecitos electorales le garantiza nafta en el tanque para llegar con margen, para sostener este piloto automático gestivo hasta octubre.

Urtubey habló de Ragone, de su hija Clotilde que hoy fue a votar (a votarlo a él) y tocó una fibra íntima, loco, mientras un par de politólogos se esforzaban en tn, en el programa de mi milf favorita Marilauri Santillán por decodificar si el tipo es kirchnerista o conservador populista o de centro o no sé que carajo, quizás porque no sepan dónde meter a Urtubey, en que puto clivaje, y Urtubey, ajeno a esa discusión chiquita seguía hablando de Ragone, del juicio que va a meter presos a sus asesinos, ahí hablaba el tipo que acababa de sacar el 56% (y subiendo) de los votos válidamente emitidos y que ahora apreta y dice que si Cristina no se presenta hay que ir a internas (internas, la palabra temida en la PBA), un tipo que no tiene drama en reconocer los logros de la década kirchnerista sin dejar de mostrar sus diferencias, porque esto no es nada personal, tan sólo política.