lunes, 23 de mayo de 2011

Santa Fe, CABA, y la nacional

Después del flower power, vino Nixon. Después del mayo francés, vino De Gaulle. Después del argentinazo dosmilunista, vino Duhalde-Kirchner. Después de los indignados (acá se indignan los que protegen el mercado cautivo de la buena conciencia ideológica) del portal soleado, vendrá el PP a ordenar la economía, a tomar las decisiones finales de un Estado avalado por los hechos, y quizás se inicie una hegemonía de tinte aznarista con otros intérpretes, y más corta. Sí, habrá iglesias para los que quieran ir a llorar, y habrá quienes entiendan que el indignado que vote al PP no es de derecha, sino un tipo que busca la puerta de emergencia hacia la paz social del pueblo capitalista, que no es otra cosa que el Estado ofreciendo una economía para la vida cotidiana. ¿Esto es de derecha o de izquierda? No sé, no me interesa, España no es mi consuelo personal. Muy truchos esos análisis políticos del estilo Argentina 1- España 0, esa especie de tilingaje al revés de los que a su vez aprovechan para sobreactuar populismo elemental, y sí, muchachos, a ustedes también los tenemos junados, los que salen a medir con el kirchnerómetro tardío desde hace diez minutos. España necesita un Adolfo Suárez que sede el espasmo de los indignados, que los mande a la casa, que les diga tranca pendejos, que acá hay Estado y no club del trueque. Y punto, porque hay cosas más importantes como la interna santafesina, la fijación de candidatos en un distrito menor como la CABA, y la proyección de la nacional que rompe la esperada polarización Cristina-Macri que aliviaba las conciencias del análisis político más clásico y pedorrón (tipo Doris Capurro u otros saraseos por el estilo) y que ahora enfrenta a dos progresismos (uno real y el otro literario), pero el cristinismo ya no puede seguir siendo estrictamente un progresismo porque la hora le pide una pragmática peronista más compleja, le pide un Beder Herrera, un Gallego De la Sota, un Gildo de matriz guardiana, un Carlos Soria. A Cristina y al peronismo lo van a correr progresistamente, y ahí quiero ver a los mejores militantes de mi generación bancando sin globitos de transpiración en la frente, sin temblores estomacales, ante la probidad y la bonhomía de Alfonsín-Binner. Ya sé, chicos, ya sé que querían un clivaje con más nitidez ideológica, más fácil de explicar, y bué, nadie dijo nunca que la política era lo que nuestros deseos húmedos clavaban en la almohada, en el cubrecama palette almidonado a la altura de…

La primaria de Santa Fe dio legitimidad a todos los candidatos, mientras que la lógica política porteña optó por el dedazo en las tres fuerzas que van a disputar el pase al balotaje. En el caso porteño primó un bilardismo generalizado (dos candidatos presidenciales arrepentidos que bajan para sobrevivir, y Cristina tomando una decisión táctica razonable para preservar su octubre, restándole centralidad política a todos los adelantamientos provinciales que no se muestren claramente favorables, fomentando todos los adelantamientos posibles, para liberar su figura en octubre, salvo la PBA que queda atada porque a esa tracción provincial está atada la propia suerte de la candidatura presidencial, el pejotismo salvador, por eso en la PBA nunca va a haber boleta única, nunca) que cualquier conato de interna podía poner en riesgo al momento de la colocación de los candidatos en situación de electividad. La bajada de Macri a la city fue una jugada correcta del manual caputo-duranbarbista de gestoría política y los dos progresismos (el K y el solanista) se vieron obligados a poner las mejores fichas para pujar por el otro lugar en el balotaje. Si esto se transforma en una interna general progresista entre el FPV y PS o en una polarización peronista con el macrismo que busque lastimar más allá de la primera vuelta, lo dirá el tiempo, las encuestas y la estrategia que asuman los candidatos. Yo mediría la progresión de captura del voto Macri en escenario de balotaje y ver quien muerde más, Filmus o Solanas. Todo eso, si el FPV no quiere ser de nuevo el campeón moral, porque Macri ya gobernó cuatro años.

Los resultados de la bota son claros: Bonfatti-Rossi obliga al peronismo a hacer los deberes correctamente si quiere ganar la gobernación. Neutralizar el voto cruzado Cristina-Binner en la elección provincial, requiere una estrategia de clara provincialización de la campaña por parte del Chivo Rossi, algo que confirma la excelente elección de Omar Perotti que traccionó el imprescindible voto reutemista de la periferia, y que debería tener un lugar en un armado que busque alinear el voto peronista para disminuir el voto cruzado que favorece al socialismo. Rossi, además de ser el candidato a gobernador del PJ, tiene la oportunidad de construir un liderazgo político en el peronismo santafesino, meter a todos en el paquete (Perotti, María Eugenia Bielsa, llamar al Lole, que lo va a apoyar) y demostrar que la izquierda peronista puede conducir el partido del orden en la provincia. Al riesgo del voto cruzado, se suma la buena elección de Miguel Del Sel, cuyo porcentaje va a subir en la general mordiendo voto que ahora fue a la interna peronista, y que Rossi debe coagular con un discurso menos referido a “la pugna de modelos” y más concretizado en la diaria provincial para polarizar con Bonfatti. El mérito de Rossi fue revertir coyunturas desfavorables, no hacerle asco a la interna, ganarla aun con las muecas de desagrado que produjo esto en Balcarce 50, y armar el contrapiso para una hegemonía posible. De él depende. Con el aporte radical al FPCyS en la primaria y por ende a la general de julio, el cierre de Binner con Alfonsín cae de maduro. RA-HB es la fórmula progresista para recrear un kirchnerismo blanco, justo cuando Cristina piensa un peronismo blanco como el salto de pantalla cristinista hacia la institucionalización de la inversión productiva, esa línea de fuga donde el poder peronista readapta la repartija (más estrecha) del derrame con paz social, y donde asegura que allí donde el estado no llega, tampoco nada estalle. Esa vara que le sube el electorado a Cristina es la que la pone frente a un challenge complejo, pero en ese mismo lugar es donde RA-HB no pueden garantizar una refundación hegemónica confiable: es decir, algo distinto al kirchnerismo, y que no sea peor. RA-HB están anclados en la década kirchnerista, y cuando Alfonsín dice que puede gobernar tranqui con este precio de la soja, bueno, deja de decir (y de garantizar) muchas cosas más que eso. Es cierto que la economía de los últimos dos años es más viento de cola que volantazo estatal (la proporción inversa a la presidencia NK y los primeros dos de CFK), pero el Estado correctivo que se viene necesita un gobierno que meta gobernanza a pesar del precio de la soja.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Poli te ama


Este manifiesto dominical que camina delante de los pasos de Cristina, me hace pensar en lo que el bilardismo decisorio pone en la congeladora: ¿con qué dato refundacional va a tejer Cristina una neohegemonía para gobernar cuatro años?

Porque el margen de autonomía decisoria del Estado gestado por Kirchner hace rato que no está en juego, y las teorías conspirativas ya entran con fórceps en cualquier tipo de relato que se haga de lo que de acá en más es la década kirchnerista. Cristina tiene un consenso electoral, pero tiene que reformular ciertos trazos de un consenso político que debe reflejarse como bien durable. El evitismo blanco para clase media que brotó del discurso de José C. Paz, además de merecer una lectura tacticista, sin duda se inscribe en una línea política de gobierno para cuatro años que va a estar hegemonizada menos por consignismos que por una microcirugía que desactive autoherencias y desajustes del modelo económico. De Mendiguren no va a la UIA para conjurar desestabilizaciones del frente empresarial, sino porque ahí se necesita un político. Mejor economía necesita mejores políticos: gente que recorra el espinel completo de la negociación. La misma solicitud se le hará a la CGT, que está tropezando políticamente por la falta de visión periférica: un discurso político-sindical lúcido habría puesto en su agenda el problema de la fragmentación laboral antes que el angostado pedido de participación en las ganancias de las empresas, para evitar que, precisamente, te peguen por corporativo, cuando se locuta pretender la inserción política. Sin embargo, la fragmentación laboral no es un problema “del modelo sindical”, como ensaladea HV en su clásica vulgata kirchnerista que arranca invariablemente con esa página de inicio fechada el 25 de mayo de 2003, y que sabemos que no es así, pero que aceptamos como la natural fundacionalidad de toda hegemonía democrática (y la pregunta sería por qué si las fundaciones alfonsinista y kirchnerista tuvieron sus posteriores consensos intelectuales que siguieron a los popular-electorales, la fundación menemista, que tuvo el consenso popular y hegemonizó diez años, ha quedado huérfana de reparación intelectual, no sé, chicos del conicet y del periodismo político, les dejo la inquietud) sino que es un problema gubernamental sobre el que la refundación cristinista tendrá que operar hablando más de tasa de inversión, capacidad instalada (estatal y empresaria) y acceso al crédito. Cuatro años de frontón, tiempos muertos, negociación, papeleo membretado, las venas flacas del drenaje estatal. Tiempos donde el blanqueo laboral del 40% que falta no se va a lograr juntando cien mil o cincuenta mil jóvenes sindicalizados en plaza de mayo. La papa va a estar en la mesa correctiva a la que se sienten (con mucha responsabilidad política, porque la camiseta de Weber se tiene que transpirar, y si no, no se la pongan, váyanse y no roben más –el salmo del pueblo capitalista-) los hombres políticos que el estado, las empresas y los trabajadores puedan ofrecerle a este nuevo tiempo. El trabajador pobre es el hijo bastardo del modelo, pero el asalariado aristócrata obrero no tiene que garpar el impuesto a las ganancias de un salario esmerilado por la inflación. Un gobierno que debe manejar esas tensiones no puede ya darse el lujo de momentos bélicos como la 125: ahora sólo queda espacio para los que quieren gobernar la nación, las provincias y los municipios. Ahora y siempre (incluso en los noventa) la gente vota para que el Estado le quede más cerca de la casa, cada vez un poco más cerca. Cristina es un hombre político: llega a Olivos, cena, y cuando Zanini se va, ¿en qué piensa?, ahora que Clarín y Tinelli ya están en campaña reeleccionista, ¿en qué piensa?, ahora que cortó todos los circuitos de abastecimiento (porque Cristina es una mujer con fe católica que cree en eso) ¿en que piensa? ¿El cristinismo será un capitalismo pacífico de mercado + mani pulite, o no será nada?

viernes, 13 de mayo de 2011

Bajo estos colores

La política está llena de story tellers, y a mí me gusta que me cuenten esas historias vertidas del pico, porque en estos temas la palabra impresa derrapa y abomba la escena, la llena de espectros, le pone un vidrio polarizado delante, y los simples hechos se vuelven conspiraciones culpógenas, una mierda. El story teller diría: que cada interna bonaerense que se pospone para “mejores tiempos políticos” es tirar una granada inexplotada que queda semienterrada en el patio trasero peronista. Scioli-Massa es la oxigenación, viento fresco y lysoform para darle cauce político a las ambiciones humanas de todos los que estamos bajo estos colores, y de todos los empadronados que quieren expresarse sin conflictividad por el cauce democrático habilitado. El peronismo como partido de gobierno anda siempre apurado por correr detrás de la gestión, satura los espacios que una voluntad de poder reclama cuando una oposición exangüe retrocede (porque le dan mucha bola a la palabra impresa, porque basan la acción política en la opereta que leen en los diarios o en twitter, y el peronismo hace al revés, arma la opereta que mejor pista le da para avanzar políticamente) y es a la vez oficialismo y oposición, “llena de polución” el sistema político pero lo hace sobrevivir en interna general perpetua, dinamiza la metástasis que partidos más institucionales suturan bajo pena de fractura. Es decir: la nueva política es verso (siempre lo fue, en los noventa también) porque los únicos que se pueden bancar una interna sin romper son los que hicieron el bipartidismo de los últimos cincuenta años. Pero desde 1989, el peronismo está apurado, tiene muchos teléfonos en las manos, muchas llamadas urgentes que no dejan tiempo para las importantes. En los mejores años de mi generación, es decir, en los noventa (sí, chicos, ya elevaremos una plegaria para Carlos), hubo una etapa futbolística en la que después de hacer un gol, en vez de festejar Batistuta formaba una hachita con la mano y la blandía cerca de su rodilla jodida, sobre la rótula escorada de la gamba cañonera. Es el gesto que a esta altura del campeonato democrático, el peronismo le (se) hace al partido del orden. Y el story teller diría que si el gobierno nacional no tiene aguante para bancarse una interna del FpV en la PBA porque afectaría el razonable bilardismo cristinista que rige hasta octubre, se estaría confundiendo la galvanización de los armados (que el peronismo necesita ofrecer en la PBA para no dejar a gamba a la candidatura presidencial, y para oxigenar las listas) con el hipotético riesgo de un rumbo de gestión que nadie cuestiona, pero que transita por un andarivel distinto. Sabemos que la reforma política urdida por Lupo es un traje a destiempo, pero en esa huella se metió, impensadamente, la interna pop de Scioli y Massa, dos productos genuinos de la década kirchnerista, la interna que indigna al sobrepolitizado que nunca participó de una interna y entonces le mete el impune tag derrota cultural, y lo que no saben es que la verdadera derrota cultural es seguir verseando un acting macabro de los noventa, que no es otra cosa que un sendero chotón para ganar guita fácil, para seguir sin optar por la dignidad del trabajo. En unas primarias presidenciales administrativas, sin sed de poder, Scioli-Massa es el hecho maldito de la patria rosista, el oxígeno para esos tipos anónimos que todavía se calientan por abrir una básica un par de veces a la semana, aunque la palabra impresa diga que “el sistema no los necesita”: los libros se escriben después de los hechos. Massa, otro educado en el círculo virtuoso del peronismo (y sí, es para entendidos, no es lineal, pero no lo voy a explicar, es lo que cuenta el story teller, una historia de nombres propios y no de “procesos”) se sacrifica y va por adentro, respeta un legado que los peronistas sub-40 no solemos conocer por razones históricas, y ahí hay una chance de purificar el subsistema peronista con ciertas reglas, y que nadie pise la granada. Pase lo que pase, Scioli-Massa ya dejó una certeza: Moyano y la conducción del PJPBA ya sabe y entiende que si hay un retador que cumple con el peso, negar la interna trae (más) costo político. Y en unas primarias de cartón, los votantes obligatorios van a ir a votar a los que quieren ganar, a los que huelen sangre, y si lo único que hay en el horizonte es un Scioli-Massa como superbowl electoral que caliente el invierno político, ¿a la primaria de qué fuerza va a ir a votar la gente?