domingo, 6 de octubre de 2013

Bajo el firmamento bonaerense


Algunos nombres para anotar: Martín Llaroyra, Raúl Jalil, Adrián Fuertes, Martín Soria, Omar Perotti, Ricardo Quintela, Carlos López Puelles, Juan José Rainone, Ramón Mestre. No salen en los diarios, no declaran en los medios, no manejan los mismos tiempos políticos que hoy demandan estas elecciones. Pero están atentos a la redistribución política que se produce en la provincia de Buenos Aires: Massa funciona para ellos como un primus inter pares que coloca en una situación optima la discusión del frente fiscal en sus propios territorios; una temática de gestión que, en varios puntos, se une al discurso renovador cuando pasan a hablar de política.

Mientras los gobernadores eligen confluir en lo político-partidario para la foto estática de Matheu 130 (la parrilla herrumbrada que describe con precisión poética Carlos Pagni), existe otra confluencia que ancla transversalmente en la gestión, en las mejores posibilidades que piensan para el circuito de los recursos propios y coparticipados, en la revisión de las alianzas políticas que deja el fin de una etapa hegemónica del peronismo después de la conducción kirchnerista.

El angostamiento distributivo que Nación endosó a las provincias en estos dos años encontró sin reacción a los gobernadores, que no pudieron armar una caja para sostener expectativas políticas: ningún gobernador inauguró obras propias en dos años, por lo tanto menos pudieron provincializar la elección, y cayeron en una merma de votos coincidente con el declive económico provocado por el manejo inconsistente del stop and go por parte de la autoridad económica federal.

Este mismo problema podría aquejar a muchos intendentes que no puedan sostener en el tiempo la administración holgada de sus cuentas, menos por lo que les pueda transferir Nación que por los efectos concretos de la macroeconomía. Lo que hizo Massa, antes que anochezca, fue poner a salvo esa ecuación económico-política que hoy los gobernadores garpan electoralmente (parece que Sergio algo aprendió de Néstor) y que siembra el dilema entre los intendentes efepeveístas que ya sienten en la piel el problema de la agenda y la puesta en superficie, del otro lado del alambre, de una liga de intendentes que ya le empezó a dar cauce político a los mismos problemas que ellos padecen y que tiene en la cúspide la electorabilidad de Massa.

Está claro que el FR es, provincialmente, una liga de intendentes. Pero ¿hay una liga de intendentes del FPV? No, porque no existe una confluencia de gestión que luego muta a política. El agrupamiento municipal del FPV es eminentemente táctico, en defensa de Cristina y Scioli. Podrían tener una agenda propia pero no la tienen, y en esta coyuntura sólo alcanzan a correr desde atrás la programática massista: policía municipal, inflación, presión fiscal a asalariados calificados, descentralización judicial. Saben que esos son los temas, pero además del primereo del FR,  tampoco desarrollaron una mirada propia para pensar soluciones que no estuvieran atadas a la cesión discrecional de fondos de Nación y Provincia; ahora que la espuma baja porque el stop and go llegó para quedarse y el peronismo tiene históricamente pendiente poder armar un populismo módico y solvente sin tasachinismo, los intendentes del FPV no pueden exhibir la gestión como capital político. Ahí es cuando sale a jugar el famoso bonustrackeo del massismo ahora ya en claros términos políticos para construir agenda transversal que no incluye solo al PJ, sino a todos los tipos que tienen algo para gobernar de acá al 2015.

Massa dice: si hemos tenido gestiones exitosas y convalidadas electoralmente que se forjaron desde la asunción de reclamos sociales que estaban fuera de nuestra jurisdicción y sin la correlación de fondos que correspondían, es absolutamente lógico pedir ahora que se nos transfieran las potestades recaudatorias. Si hicimos bien aquello, haremos bien esto. Lo que Kirchner armó por las vías de hecho devidistas improvisadamente y con el teléfono rojo, ahora es un vacío político que Massa quiere llenar por la vía de la institucionalización, basado en la legitimidad popular del bonustrackeo de gestión.

Si Scioli no puede conseguir la cláusula indexada del Fondo del Conurbano, entonces la pedimos nosotros, dice Massa. ¿Qué puede hacer el candidato Insaurralde ante esto? ¿Oponerse? Así como el bonustrackeo de gestión que le permitió al FR ganar se construyó desde la realidad política y no desde la letra de las atribuciones jurídicas, recomponer cualitativamente la caja provincial no tiene nada que ver con lo que hasta hoy entrega Scioli por coparticipación municipal automática invocando atribuciones y leyes impositivas. Lo que le pide la liga de intendentes del FR a Scioli es la expertise política para resolver un problema fiscal estructural que está más allá de las leyes vigentes y más cerca de las necesidades de los bonaerenses. Scioli contesta mostrando la escala de fondos enviados según la ley de coparticipación, bastante influida por la inflación. Son dos discusiones distintas, una más política que la otra. Massa le pide a Scioli que haga política, le pide que represente.

A falta de agenda consistente, Scioli y los intendentes del FPV se recluyen en el PJ, y desde allí se expande el desconcierto de campaña: se menta al “verdadero peronismo”, se hacen spots con la estética de un video para cumpleaños de 15 y casamiento, se considera como acto de campaña ir a la inauguración del emprendimiento textil de Jorge Rial. Una forma muy malentendida del “tenés que parecerte a Massa” que le sugirieron al candidato, una banalización bastante antipolitica que no reconoce bien la diferencia entre forma y contenido, y que no advierte que aunque posmoderna, la política sigue siendo política.

No hay liga de intendentes del FPV porque la unción de Insaurralde no nace de ellos sino de la presidenta. Una derrota del lomense abre la vocación electoral de los demás, que quizás se veían con mejores chances. La visibilización que le queda a Insaurralde después de la elección es relativa, porque así como se sobredimensionó el eventual desconocimiento como déficit de electorabilidad antes de las PASO, ahora lo conoce el 90% del electorado pero no puede sumar, y los intendentes saben que el que salga de ellos tiene que ser un candidato ganador para que puedan pactar por encima del clásico derecho de veto; la resignación defensivista no es compartida por los intendentes massistas, y asoma como el primer problema de cualquier negociación en la cual Massa parece garantizar el logro de esos objetivos (más guita municipal fondeada) por encima de cualquier figura efepeveísta.

Pero la liga de intendentes del FR también construyó representación, leyó la complejidad de los territorios, se expresó a su imagen y semejanza: antes que municipalizar, Massa emprendió una regionalización política, hizo una lectura más integral del conurbano que le permitió ganar tanto en Moreno como en San Isidro, vio mejor la realidad de la Primera Sección Electoral que su oponente la de la Tercera. El conurbano, la composición de los cordones, cambió. Más que realidades municipales, tenemos realidades regionales: hay distritos que son 1º, 2º y 3º cordón a la vez, otros son 2º y 3º, otros son 1º y 3º, y así. El tasachinismo kirchnerista derramó con reparaciones pero desigualmente, y esa nueva realidad debieron gobernar los intendentes. El “conurbano norte rico” y el “conurbano sur pobre” es un mito literario que habrá que desterrar del discurso para que esos territorios puedan ser mejor gobernados. Los bordes del 2º cordón se parecen al 3º que tan bien interpretó Massa: una conjunción compleja de barrios cerrados, countries, parques industriales, barrios abiertos, asentamientos, villitas,  zonas agrícolas intensivas que nuclean a la joven inmigración boliviana y de otros países limítrofes, heterogeneidad social al mango. Tigre, Pilar, Moreno, pero también Ezeiza, Echeverría, Cañuelas, San Vicente, el fondo de Florencio Varela y Berazategui. El mapa del derrame kirchnerista, soja, autos y AUH, la nueva tierra periurbana del 3º cordón (y ya hay un 4º en pañales, porque en las provincias NOA-NEA no hay un mango) donde más dinámica es la actividad económica pos-tasachinista.

Ese caos organizado, que se ve a así mismo policlasista, es el que Massa gobierna y al que le dio una mirada política integrada en la zona norte que ningún intendente del FPV tuvo para la región sur. Un “sur pobre” que ningún intendente gobierna, una Tercera “peronista” cada vez menos homogénea en su identidad política. Mitos. Como la “patria industrial y asalariada” en el país tercerizado del 40% de informalidad laboral.

El derrame kirchnerista trajo más borbotón capitalista. En ese sentido, el conurbano es profundamente kirchnerista, y lo que puede ser paradójico pero no lo es, es que sobre ese territorio de country y villa, de parque industrial y agricultura intensiva, de argentinos y bolitas, de orden, progreso, reparación y desigualdad, Massa construyó una representación política genuina, la de alguien que es de ahí. Blindó la Primera hasta los bordes de la Segunda y la Tercera. 

¿Qué tienen en común los nombres anotados arriba? Son intendentes, casi todos de la región centro, y comparten criterios de gestión muy concretos con Massa. Una agenda fiscal compartida entre la Región Centro y Buenos Aires es algo muy difícil de rechazar a la hora de conformar los equipos para competir en la sucesión del 2015. Si todos los gobernadores le tienen esa misma confianza a su primus inter pares (¿Urribarri? ¿Scioli?), podremos tener una puja sucesoria interesante.