martes, 4 de marzo de 2014

Una lectura política de la reforma del código penal


En la Argentina, una reforma integral de la codificación penal está condicionada por dos problemas previos que la pueden tornar inconducente o agravar el funcionamiento del sistema penal: la situación real del sistema penitenciario y el estado operativo de la justicia procesal-penal. 

El anteproyecto que armó Zaffaroni con la oposición para Cristina está atravesado por ese contexto, en el cual se adoptan ciertos principios filosóficos para estructurar “la parte general” del presunto código (determinación y cuantificación de la pena, concurso de delitos, atenuantes de la pena, penas sustitutivas a la prisión, eliminación de la reincidencia) que son minoritarios dentro la teoría penal y que son al menos incompatibles con la practica forense y el sistema penal argentino vigente (es decir, la legislación y las instituciones), y por lo tanto, “abren puertas” para que el sistema (los jueces, y las áreas de ejecución penal) morigere penas de prisión atadas a libertad condicional (que ya no controla en la práctica) para agravar la situación con penas alternativas a la privación de la libertad de más difícil control por el Estado: no hay infraestructura administrativa para el código que quiere Zaffaroni, y las condiciones de impunidad e indefensión de la sociedad probablemente se agravarían.

Por lo tanto, Massa parte desde una zona tangible del problema que el anteproyecto evidencia, y que evidentemente se cuece en una faz práctica que el tigrense adopta en el cruce de inseguridad y justicia. Massa se “aisló” de la oposición para juntarla con el oficialismo y desde ahí diferenciarse en un tema que es muy sensible para una mayoría de la sociedad que sufre la inseguridad, pero que más allá de “la demagogia y el oportunismo” halla una raíz concreta de peligro en las fallas del anteproyecto.

El kirchnerismo tiró a Zaffaroni y su academicismo (muy valorado en los congresos penales latinoamericanos donde se florea con su muy simpática teoría personal de la pena), se adentró en una discusión estéril sobre la inviabilidad de la materia penal en los arts 39 y 40 CN, pero la discusión es más política, y si Massa mete 5 palos de firmas para instalar el tema no ya en los medios sino en una parte importante de la población, es porque tiene 24 intendentes en la PBA y otros tantos en el resto del país que con “medios” para salir a “militarla” (mesitas, volanteadas) y frente a lo cual los intendentes del fpv y Scioli pagarían un costo político si quisieran salir a oponerse. Es la política, estúpido, parecería decir Massa cuando lo mandan a “estudiar”.

Pero donde el anteproyecto tiene fallas graves es en la legislación sobre delitos de narcotráfico, donde la reducción en la escala de penas es muy significativa sin que haya razones que lo expliquen: pasa de 4 - 15 años en el CP vigente, a 3 a 10 años que fija el anteproyecto, poniendo a tiro de la excarcelación a todos los tipos delictuales hasta ahora exentos (producción y comercialización de estupefacientes, financiamiento y organización de la asociación para fines de narcotráfico), mostrando en ese tramo además una técnica legislativa bastante defectuosa contra la que tiene la ley 23737 vigente. Esto ayuda a considerar socialmente que el gobierno minimiza la situación narco en el país, en tanto la reforma se apruebe en estos términos, cuando se trata de un proyecto propuesto por el oficialismo.