martes, 12 de enero de 2016

La gran aldea bonaerense




La derrota del Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires en una elección ejecutiva para gobernador fue el evento político que le dio cierta irreversibilidad ganadora a Cambiemos en el balotaje nacional. 

El humor social bonaerense fermentó al calor de una constelación de abandonos de representación en temas como la inseguridad (y dentro de ella la proliferación del delito violento), los servicios educativos y sanitarios exangües que no encontraban un correlato con la presión impositiva exigida por el gobierno peronista provincial a los sectores medios-bajos no estatalizados, y ya dentro de la instancia electoral, la detección de que la candidatura ofertada por el peronismo oficialista no sintonizaba con un esquema de representación “ganador”.

El triunfo de María Eugenia Vidal está integrado por dos fases sucesivas (pero bien distintas) de acumulación de votos: en las PASO cohesionó con eficacia el voto no peronista para llegar al 30%, y a partir de allí hubo una suma silenciosa de voto panperonista de 10% para llegar a los 40% de la victoria. Vidal mostró una mayor capacidad expansiva que Macri sobre el mismo territorio, y a la vez quebró la tendencia ascendente de voto panperonista bajo el que la provincia evolucionó porcentualmente desde 1983 hasta hoy.


La composición del voto a Vidal sirve para mapear las posibles fortalezas y límites de su gobierno, pero también algunas de sus singularidades frente al escenario político nacional, la integración coalicional de Cambiemos y los intereses del gobierno nacional...